Después de que terminó de hacerle la trenza, Roxana dejó que Estela saliera del baño. Se dio vuelta y vio al hombre de pie en la puerta. De inmediato, la calidez en la mirada de Luciano desapareció y se tornó indiferente.
—El desayuno está listo. Bajemos —dijo con cortesía y, tras hablar, se dio vuelta y se fue sin esperarlas.
Roxana se mantuvo en el lugar. «Su expresión era diferente hace un momento, pero desapareció en un instante. ¿Estoy imaginándomelo?». Recobró los sentidos y acompañó a Estela hacia abajo.
La pequeña se sentó al lado de Luciano en la mesa del comedor. Roxana estaba por sentarse enfrente de ellos cuando Estela la tomó de las mangas, para detenerla.
—Señorita Jerez, ¿por qué no se sienta al lado de la señorita Estela? —Al percibir cuál era su intención, Catalina se rio y tomó la silla de al lado de la niña.
Estela asintió en acuerdo y miró a Roxana de forma expectante, quien de inmediato miró al hombre sentado al otro lado de la niña.
La expresión de Luciano era tensa y apartó la mirada como si no le importara a dónde se sentaba.
Estela la sujetó con más fuerza y Roxana vaciló un poco antes de sentarse al lado de la niña. Durante el desayuno, Roxana ayudó a Estela con la comida de forma inconsciente. Luciano también hizo lo mismo. A Estela le aparecieron arrugas en los ojos por la felicidad y comió todo lo que tenía en el plato de forma obediente.
Después del desayuno, Roxana miró el reloj. Era hora de ir a trabajar, así que se puso de pie y se despidió de ellos, pero Estela parecía reacia a que se fuera.
—Ela, sé buena. Necesito ir a trabajar. Te visitaré otro día, ¿sí? —le aseguró mientras le sostenía la mano regordeta.
Tras escucharla, le soltó la camisa con reticencia y se despidió de ella.
Roxana esbozó una sonrisa y le acarició la cabeza con afecto antes de irse. Luego, fue a su casa a cambiarse la ropa antes de ir a trabajar; también estaba preocupada por sus hijos y quería ver cómo estaban. En la casa, los niños se abalanzaron sobre ella.
—¡Mami! ¿Por qué no volviste anoche a casa? ¿Sucedió algo?
Sentada frente a ella estaba su madre, Gina Guardia.
—¿Qué sucede? ¿Por qué estás molesta esta mañana? —preguntó al verla nerviosa.
Abril apretó los dientes.
—Esa z*rra de Roxana pasó la noche en la residencia Fariña. Si no hago nada para detenerla, puede que termine volviéndose a casar con Luciano.
La expresión de Gina se tornó sombría.
—No nos hemos visto con Sonia en mucho tiempo. ¿Por qué no la invitamos a tomar el té? Puedes aprovechar la oportunidad para hablarle de este asunto —dijo después de pensarlo por un momento.
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