La verdad de nuestra historia romance Capítulo 109

Roxana buscó a sus hijos después de salir de la oficina.

—Todavía tengo algo que hacer, así que, ¿por qué no se quedan con la tía Magalí por un rato? —preguntó la mujer sonriendo a los niños mientras reprimía su enfado.

Ninguno de los dos le dio demasiada importancia a la sugerencia ya que supusieron que estaba ocupada con el trabajo y asintieron de manera obediente.

Roxana los dejó en la casa de su mejor amiga y regresó al auto con una expresión sombría. Luego, condujo de inmediato hacia la residencia Fariña.

—Hola, señorita Jerez. —Catalina la saludó tras abrir la puerta.

Se disponía a decir algo más cuando notó la mirada de Roxana, por lo decidió no decir nada. La joven le devolvió el saludo con un movimiento de la cabeza y giró en dirección a la sala de estar.

—¿Luciano está en casa? Me gustaría hablar con él.

—Sí, está aquí. Subiré a llamarlo —asintió Catalina de inmediato.

Poco después, bajó las escaleras con Luciano detrás. Por su parte, Estela seguía a ambos bajando de manera inestable.

Su padre aún no confiaba en dejar a la niña al cuidado de los abuelos por lo que esperó en las puertas del jardín de infantes antes de que abrieran para poder buscarla temprano. Era evidente que el estado de ánimo de Estela había mejorado desde que no tuvo que volver a ver a aquella mujer malvada. Como Roxana estaba allí, a la niña se le iluminó la mirada con admiración y corrió hacia ella con los brazos extendidos. Al verla, la mujer sintió que se le ablandaba el corazón por un momento y le acarició la cabeza.

—Tengo que hablar con tu padre. Ve allí y juega sola por un momento, ¿de acuerdo?

—Sí hablé con el director del jardín de infantes hace un tiempo, pero eso ya… —comenzó a explicar de inmediato.

Sin embargo, Roxana ni siquiera lo dejó terminar la frase.

—¿No cree que se está extralimitando? —bramó enfadada—. No importa lo que haya ocurrido en el pasado; eso debería quedar entre nosotros. En lugar de eso, ¡atáqueme a mí! No diré nada si lo hace, pero los niños son inocentes. No saben nada. ¿Por qué les hace esto? —Se clavó las uñas en la palma de la mano para intentar calmarse. Mientras intentaba evitar que su voz flaqueara, continuó—: Sí, no debería haber hecho lo que hice en el pasado. Fue mi culpa, así que siéntase libre de vengarse de mí por eso, pero, por favor, ¿no puede encontrar en su corazón generoso la posibilidad de perdonar a mis hijos?

Después de decir eso, bajó la mirada mientras sentía que comenzaban a caerle lágrimas de frustración. «El director del jardín de infantes tenía razón en lo que dijo; no sería difícil para mí encontrar otra escuela para los niños, pero eso es solo si Luciano no interfiere. Si él no está dispuesto a perdonar a mis hijos, entonces no puedo hacer nada». Al pensar en eso, se rio de sí misma. Pensó que Luciano y ella estaban en buenos términos en el último tiempo. Aunque no se habían convertido en mejores amigos de la noche a la mañana ni nada por el estilo, seguían siendo corteses el uno con el otro y parecían haber dejado el pasado atrás. Por desgracia, al parecer, esos sentimientos habían sido unilaterales y el hombre seguía viéndola solo como una amenaza.

Luciano sintió una fuerte angustia en el corazón al ver que la persona frente a él actuaba de forma obstinada, pero le mostraba lo agraviada que se sentía, y no supo qué decir. Incluso comenzó a sentirse mal por haber planteado aquel asunto al director del jardín de infantes.

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