Luciano asumió que Roxana estaba enojada porque los niños estaban disgustados; por ello, prometió en un tono de disculpas:
—No lo sabía. Ahora que lo sé, tenga por seguro que no volveré a mencionar esto frente a ellos.
Después de mirar a los niños, quienes estaban jugando con los Lego, ella sintió de repente lo cerca que estuvo Luciano de hablar con ellos sobre su padre. Ya que no tenía nada más que decirle, le insinuó que se fuera.
—Se hace tarde, señor Fariña. ¿Por qué no se va a su casa? Gracias por tomarse la molestia de recoger a los niños por mi hoy.
Tras vacilar por un momento, él asintió antes de marcharse. Durante el trayecto, se sintió muy inquieto, pero no pudo determinar por qué. Cuando llegó, se quitó la corbata con frustración y se sentó en el sofá durante un rato, incluso después, siguió sintiéndose perturbado. Posteriormente, sacó una botella de vino del armario y se sentó junto a la ventana para beber.
Después de dos copas, las imágenes de lo ocurrido en la cena cruzaron su mente. Los niños lo miraban furiosos y a la vez sus expresiones reflejaban pena mientras exigían saber por qué a él no les agradaba. Como tenía en mente sus rostros y sus voces, Luciano no pudo evitar sentir un dolor punzante en el corazón.
Cuando Lucano se fue, Roxana jugó un rato con los niños antes de mandarlos a la cama. Tras arropar a Estela, reflexionó un momento antes de tocar la puerta de la habitación de los niños. Mientras tanto, ellos no podían dormir, ya que seguían perturbados por lo que había ocurrido hacía un rato.
—Mamá, ¿qué ocurre? —preguntó Andrés con curiosidad cuando abrió la puerta y la vio.
Roxana le agitó el cabello.
—Solo quiero hablar con los dos. Vamos adentro.
Andrés asintió antes de volver a subirse a la cama. Tenía un aspecto adorable con su pijama de estampado de vaca mientras sus flequillos sueltos ondeaban frente a sus ojos. A Roxana le dio ternura; luego cerró la puerta y se acomodó junto a la cama.
—¿El señor Fariña les preguntó por su padre durante la cena? —preguntó en voz baja.
—Pero...
«Es evidente que están tristes por lo que aconteció hace un rato». Se pusieron serios mientras cada uno de ellos le agarraba un brazo.
—Aunque no tengamos papá, te tenemos a ti, ¡y eres la mejor mamá del mundo! Nadie puede compararse contigo, ¡así que somos la envidia de todos nuestros amigos!
Como si quisiera demostrar su punto de vista, Bautista miró a su madre con seriedad.
—Aunque Ela tiene un papá, te sigue prefiriendo a ti porque eres la mejor. Por lo tanto, ¡no necesitamos a nadie en absoluto!
Roxana se sintió conmovida y desconsolada al mismo tiempo. Mientras abrazaba a los niños con fuerza, no dijo nada durante un largo rato.
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