Tras sentirse mal por haber hecho entristecer a los niños, Luciano no apareció durante los días siguientes. No obstante, de vez en cuando, enviaba un mensaje para ver cómo estaba Estela. En cuanto a Roxana, estuvo más atenta después de lo sucedido y se sintió aliviada de que no pasara por allí. Cuando vio que no le preguntaba nada de los niños en los mensajes, le contestó de manera apropiada. Por los frecuentes mensajes que le enviaba, pudo comprobar lo mucho que le importaba la niña.
«Si se preocupa tanto por ella, ¿por qué no ha aparecido? ¿No le preocupa dejarla conmigo, así como si nada? Realmente desconozco lo que pasa por su mente». Por suerte, Estela era adorable, no solo tenía unos rasgos preciosos, sino que también era muy obediente. Cada vez que la niña se acercaba, Roxana se acordaba de la hija que había perdido. «Si crecía sana y salva, tendría la edad de Estela». Ante ese pensamiento, la trataba como si fuera de la familia. En el fondo, sentía que ser amable con ella era su forma de compensar a la hija que había perdido.
Después de pasar mucho tiempo juntos, Andrés y Bautista comenzaron a ver a Estela como su propia hermana. Tanto si estaban en la casa como en el jardín de infantes, la protegían constantemente. Entretanto, la niña sonreía todo el tiempo durante su estadía con Roxana. Cuando esta veía lo feliz que era, notaba que tenía sentimientos profundos hacia ella. Al ritmo de ese progreso, la niña se estabilizó pronto; en otras palabras, podría volver a su casa pronto. Cuando pensó en eso, Roxana comenzó a sentirse renuente a separarse de ella.
Durante el fin de semana, planeó llevarlos a pasar el día afuera, ya que no habían salido desde que la niña comenzó a quedarse con ellos.
—¡Mami! —Andrés y Bautista se acercaron con entusiasmo—. ¡Llevemos a Ela al acuario!
Al oír eso, Roxana miró en dirección a la niña para preguntarle su opinión y ella asintió sin problemas. «Mientras pueda estar con la señorita Jerez y los niños, no importa a dónde vaya». Tras eso, Roxana hizo que los niños recogieran sus pertenencias antes de dirigirse juntos al acuario.
Como Luciano solía estar ocupado con el trabajo, rara vez iba a pasear con su hija. En cuanto a Andrés y Bautista, era la primera vez que iban a un lugar así.
Cuando los niños entraron al acuario, quedaron cautivados por la gran variedad de vida marina que había; de vez en cuando, se detenían para interactuar con los peces.
Él había pasado por la mañana temprano para ver a Estela, pero no la encontró allí. Cuando Camilo le preguntó si quería volver a casa, dudó antes de llamar a Roxana. Como se trataba de su hija, la mujer reflexionó por un momento antes de responder:
—Estamos en el acuario.
Al otro lado de la línea, Luciano respondió de inmediato:
—Voy ahora mismo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La verdad de nuestra historia
Me atrapo...