La verdad de nuestra historia romance Capítulo 152

—No son para Estela, ¿verdad? —preguntó Roxana tras dudar por un momento.

—Los compré para Andrés y Bautista —admitió de inmediato Luciano—. Dije algo inapropiado hace unos días. Después de volver a casa, pensé en eso y sentí que debía disculparme, aunque fueran niños. Noté que había juguetes similares en su casa y pensé que a ambos les gustarían. —Tras decir eso, el hombre miró a Andrés y a Bautista con seriedad y les ofreció los paquetes—. Lamento lo que dije. Espero que les gusten.

Ambos miraron encantados los juguetes; era normal que a los niños les gustaran los robots y los autos de carreras. Además, Andrés y Bautista tenían un coeficiente intelectual mucho más elevado que el de otros niños de su edad y por eso preferían los juguetes más complejos y se interesaban en aquellos de alta tecnología. Solían insistirle a Roxana para que se los comprara, pero algunos eran demasiado costosos. Aunque les gustaban mucho, eran sensatos y evitaban pedírselos a su madre, por lo que les sorprendió que Luciano supiera lo que les gustaba.

Bautista no pudo resistirse y se acercó al hombre para mirar dentro de la caja; contenía todos los juguetes que anhelaba de Internet. Incluso había estado a punto de utilizar la pequeña fortuna que Andrés había ganado en el comercio de acciones para conseguirlos, lo que provocó que su hermano lo regañara.

Aunque a Andrés le gustaban los juguetes, no podía olvidar el hecho de que Luciano había abandonado a su madre. Se mantuvo quieto con una expresión seria, pero no pudo resistirse a mirar dentro de las cajas; era evidente que ambos niños deseaban los regalos de Luciano.

Bautista miró los juguetes durante mucho tiempo antes de volverse hacia su madre para pedir su opinión. «Si mami no está de acuerdo, por mucho que me gusten, nunca los aceptaré».

Por su parte, Roxana miró las expresiones de sus hijos y comenzó a ceder. Sin embargo, tras mirar los juguetes en manos de Luciano, volvió a dudar. Ya había notado que Andrés y Bautista miraban esos juguetes y figuras en Internet y todas eran ediciones limitadas muy codiciadas. El modelo de auto de carreras que tenía Luciano tenía un precio de doscientos mil y, además, el precio seguía subiendo debido a la demanda del mercado. Como el hombre quería disculparse, ella no le impediría hacerle regalos; sin embargo, esos eran demasiado costosos.

Al final, Roxana renunció a la idea de rechazar los juguetes.

—Ya que son regalos del señor Fariña, deberían aceptarlos —asintió la mujer mientras miraba a sus hijos.

—Gracias, señor Fariña —respondió Andrés en un tono cortés, pero distante.

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