Antes del banquete, Roxana efectuó la última sesión del tratamiento de Alfredo. Aunque no podía mantenerse en pie durante mucho tiempo, el anciano estaba de mejor humor e incluso podía levantarse de la cama y caminar. Roxana también le había prescripto algunos medicamentos y le había indicado que debía tomarlos en horario. Después de eso, el tratamiento estaría completo.
El día del banquete de cumpleaños, Roxana fue a su casa a vestirse al salir de trabajar del instituto de investigación. Tras ponerse un vestido y arreglarse el cabello, se maquilló de manera sencilla, pero elegante, antes de dirigirse a la celebración.
Al llegar a la residencia Quevedo, el banquete estaba a punto de comenzar. Había muchos autos lujosos estacionados fuera y la residencia estaba repleta de invitados; todas figuras destacadas de Horneros.
Como Roxana ya había vivido allí, conocía a la mayoría de las personas; sin embargo, muy pocos de ellos sabían su identidad. A pesar de todo, en cuanto apareció en el lugar, la joven se convirtió en el centro de atención.
Al verla, el público se quedó asombrado. Con su larga cabellera recogida hacia atrás, presumía su cuello hermoso y esbelto. Además, el público podía apreciar con claridad sus rasgos faciales delicados, aunque solo llevara una delgada capa de maquillaje. Cuando sonreía, tenía un destello brillante en los ojos que no tenía nada que envidiar a las estrellas del cielo. Al mismo tiempo, enamoró al público con aquellas piernas largas y esbeltas. Al instante, todo el mundo comenzó a hacer conjeturas sobre la familia a la que pertenecía.
Roxana miró a su alrededor y fingió no darse cuenta de que la atención de todos estaba sobre ella. «Ya que nadie se acercó a saludarme, sería descortés de mi parte entablar una conversación con alguien por mi cuenta». Tras pensarlo por un momento, decidió alejarse a un rincón y relajarse sola. Sin embargo, tan solo había dado unos pasos cuando Jonatan la llamó:
—Doctora Jerez, hoy luce espléndida.
En efecto, siempre que iba a tratar a Alfredo, Roxana se vestía con una camisa y un pantalón largo, además de que nunca se maquillaba. Aunque sus hermosos rasgos faciales aún eran visibles, nunca la habían visto tan despampanante como aquel día. Al oír eso, Roxana se detuvo y asintió de manera cortés para expresar su gratitud.
—Ya que está aquí, no tiene que esconderse. Mi abuelo la está esperando. —Jonatan se dio cuenta de que ella estaba intentando alejarse de la multitud, así que la invitó a acercarse a donde estaba Alfredo.
—Toma asiento.
—¿No estás lista? Se hace tarde. —Luciano estaba confundido.
—Espera a Abril —respondió Sonia mientras levantaba el mentón en dirección a un probador.
Al oír eso, Luciano frunció el ceño de inmediato. «Lo hace a propósito, ¿no es cierto?».
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