La verdad de nuestra historia romance Capítulo 166

Por fin, llegaron a la puerta de la casa de Roxana.

Casi entusiasmado, Camilo pisó los frenos antes de bajarse tambaleando para abrirle la puerta a la pareja sentada en la parte de atrás. Solo cuando los vio entrar a la mansión, respiró profundo con alivio. «Por algún motivo, el ambiente nunca es agradable cuando el señor Fariña pasa tiempo con la señorita Jerez».

—¡Mami! ¡Volviste!

En cuanto Roxana caminó hacia la puerta, los niños la saludaron con sonrisas encantadoras; era la primera vez que veían el atuendo de Roxana.

—Luces hermosa esta noche, mami —dijo Bautista con dulzura.

El humor de Roxana mejoró cuando vio a los tres niños y sonrió de forma radiante por el halago.

—Gracias, cariño.

Andrés estaba por halagarla también cuando vio a otra persona entrar por la puerta. Si bien dejó de sonreír cuando lo reconoció, aun así, lo saludó con cortesía, aunque de forma distante.

—Hola, señor Fariña.

El sonido de la voz de su hermano atrajo la atención de Bautista hacia la persona detrás de su madre y miró de forma expectante al hombre mientras lo saludaba de forma obediente. Luciano les asintió levemente a los niños. A pesar de decir que iba a ver a Estela, solo le echó un vistazo antes de volver a mirar a Roxana. A esas alturas, Andrés y Bautista olieron el alcohol y miraron a su madre con preocupación.

—¿Has estado bebiendo, mami? ¿Te duele la cabeza?

Roxana sonrió amigablemente.

—Para nada. Solo he bebido un poco.

A pesar de tranquilizarlos, los niños se mantuvieron preocupados, así que Andrés corrió a buscar el botiquín para sacar una píldora para la resaca mientras que Bautista le sirvió un vaso con agua y lo colocó en la mesa de centro. Estela enseguida se unió y ayudó a Roxana a sentarse en el sofá.

Con el cuidado meticuloso de los tres niños, Roxana se había olvidado de la negatividad que había presenciado más temprano.

Mientras miraba a su madre tragar la píldora para la resaca, Andrés vaciló por un momento antes de girarse para mirar al hombre que todavía estaba de pie en la puerta.

Entusiasmado por responderle, Bautista tomó a Roxana de la mano para ayudarla a levantarse. La mujer se puso de pie con curiosidad y lo siguió hasta la alfombra. En el medio, había un castillo de cuento de hadas de casi un metro hecho con piezas de Lego. Bautista corrió con orgullo.

—¡Terminamos de armar el castillo!

Andrés y Estela compartieron el entusiasmo.

Roxana lo examinó por un momento, con una expresión de sorpresa.

Cuando Estela llegó bajo su cuidado, se le ocurrió que la pequeña podía no disfrutar de los juguetes de los niños y por eso había decidido conseguirles algo para que jugaran juntos; había comprado ese set de Lego hacía una semana. A pesar de que el proyecto tenía un total de veinte mil piezas, los niños lo habían terminado con mucha rapidez.

—¡Son maravillosos! —exclamó, sonriendo.

A los niños les encantó el halago. Estela corrió al lado del modelo lo más rápido que pudo y señaló una sección pequeña al costado izquierdo con el dedo regordete. Luego, se giró hacia Roxana con una mirada expectante.

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