Abril había regresado a la residencia Pedrosa con sus padres; los tres mantuvieron una expresión sombría durante todo el camino de regreso. Luego de entrar a la casa, la joven se quitó los tacones. Gina quería consolarla, pero, antes de que pudiera hacerlo, su hija ya se había ido al piso de arriba con una expresión malhumorada y se escuchó un portazo ensordecedor. «Parece que está muy molesta».
En el piso de arriba, Abril apretó los puños luego de dar un portazo; temblaba de la ira al mismo tiempo que las voces de la multitud en la cena resonaban en sus oídos:
«Uno pensaría que su matrimonio con el señor Fariña al fin sucederá dado lo arrogante que es ella, pero ¿quién sabe…?».
«¿Acaso la familia Pedrosa no dependió de la familia Fariña para llegar a donde están hoy? Solo mira al señor Fariña; estoy segura de que los Pedrosa tendrán dificultades en el futuro».
«Por desgracia, todo fue en vano después de esperar tanto tiempo. ¡Ja! ¡Vaya broma!».
Cuando Luciano tomó a Roxana y se marchó delante de todos, esos invitados comenzaron a tratar a Abril de forma diferente, ya que, al principio, la trataban con amabilidad; sin embargo, luego la trataron con desdén y burlas. A ellos no les importaba sus sentimientos e incluso hablaban sobre ella mientras estaba presente. En cuestión de minutos, había pasado de ser la futura señora Fariña, a quien todos envidiaban en Horneros, al hazmerreír de la multitud.
Se sintió disgustada al pensar en el motivo inicial que tuvo para asistir a la cena; quería hacer que Roxana reconociera su posición social; no obstante, no se imaginó que Luciano la avergonzaría delante de tantas personas. «Estoy segura de que después de esta noche, la alta sociedad de Horneros esparcirá rumores sobre cómo fracasó el compromiso entre Luciano y yo. Mis esfuerzos se volvieron inútiles por culpa de esa mujer». Con ese pensamiento en mente, su expresión se tornó sumamente despiadada y barrió la mesa con ira, arrojando todo al suelo. «¡Todo es culpa de esa p*rra! Si no hubiera sido por ella, la situación no habría llegado a estas alturas. No dejaré que se salga con la suya con tanta facilidad».
Mientras tanto, en el piso de abajo, Gina y Santiago pudieron escuchar con claridad la conmoción que provenía de la habitación de Abril.
—¡Es demasiado! —Gina no pudo evitar quejarse—: ¿A qué se refería Luciano con eso? Dejó a Abril mientras muchas personas observaban. ¿Qué pensarán los demás de nosotros?
A Santiago se le enrojeció el rostro de la ira.
—Gracias a la píldora que me dieron anoche, no me duele la cabeza en lo absoluto.
Andrés y Bautista suspiraron aliviados. La mujer desayunó con los tres niños y, en ese momento, sonó el timbre. Ella se levantó para abrir la puerta y frunció el ceño en cuanto vio a la persona que estaba afuera.
—Es demasiado temprano. ¿Sucede algo?
La figura alta y esbelta de Luciano estaba junto a la puerta y se inclinó un poco para revelar una línea de guardaespaldas detrás de él. Cada uno de ellos llevaba una caja grande.
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