Roxana mantuvo la guardia alta cuando se dio cuenta de que el hombre estaba ebrio.
—En verdad lo lamento. ¿Se encuentra bien? —se disculpó de nuevo con la esperanza de evitar problemas innecesarios.
Cuando terminó de hablar, el hombre que tenía enfrente sonrió con malicia e incluso su voz se escuchaba agitada.
—Hola, hermosa… Estoy bien. Te darás cuenta de eso después de que bebas unos tragos conmigo. Te perdonaré una vez que me hagas feliz.
Roxana frunció el ceño, ya que sabía que ese hombre había perdido todo sentido de racionalidad debido a su estado de ebriedad. Por lo tanto, lo ignoró, bajó la cabeza y quiso pasar junto a él.
—No te vayas, hermosa —dijo cuando ella pasó a su lado—. Soy bastante adinerado. Si aceptas estar conmigo, prometo que vivirás sin problemas el resto de tu vida. —Se rio de forma pervertida mientras examinaba a Roxana de pies a cabeza.
«Esta belleza tiene un rostro tan hermoso y delicado, y su cuerpo tiene las curvas correctas. Tiene una tez tan clara que incluso su piel brilla bajo la luz. Apuesto a que debe ser muy agradable tocarla». Mientras más la miraba, más se excitaba y extendió la mano, queriendo tocarle el rostro.
Al ver la mano cerca de ella, la expresión de Roxana se tornó sombría, dio un paso hacia atrás y lo pateó en el estómago. Dado que fue su primer día en el instituto de investigación, estaba vestida de manera formal, por lo tanto, gracias a sus tacones, la patada fue más poderosa. El hombre estaba tan ebrio que ya no mantenía el equilibrio y estaba bastante atontado, por lo que recibió la patada antes de que pudiera reaccionar. Palideció y se tomó el estómago, trastabilló hacia atrás y se cayó al suelo.
—¡Maldita p*rra! ¿Cómo te atreves a faltarme el respeto? Deberías sentirte honrada de que me sienta atraído por ti. ¡¿Cómo te atreves a patearme?! —gritó.
Luego de retorcerse en el suelo durante bastante tiempo, apretó los dientes y levantó la cabeza; tenía los ojos rojos de ira. Roxana lo miró disgustada antes de pasar junto a él.
—¡Que alguien venga aquí! —rugió él desde un rincón—. Esa mujer me atacó. Llévenla a la sala privada, ¡ahora! Me gustaría ver cómo puede seguir manteniendo esa actitud conmigo esta noche.
Justo cuando terminó de hablar, dos guardaespaldas fornidos aparecieron desde el rincón y cuando vieron al ebrio en ese estado tan patético, vacilaron por un instante.
—Jefe…
—¡No se preocupen por mí! ¡Solo atrápenla! —rugió el hombre.
—¿Soltarte?
La pregunta de Luciano se escuchó como si la dijera entre dientes y miró fijo a la mujer con los ojos sombríos. Habían pasado seis años desde la última vez que se vieron; el rostro de Roxana tenía rastros de madurez, pero se veía tan hermosa como siempre. No obstante, ya no era la persona obediente y amable que él recordaba, sino que era más imponente y feroz que en el pasado, cuando era sumisa con él. Incluso tenía una mirada distante. La ira surgió en el pecho de Luciano cuando se dio cuenta de todo eso y la miró a los ojos con desdén.
—¿Crees que te dejaré escapar de nuevo? —dijo remarcando cada sílaba con claridad.
A Roxana se le aceleró el corazón; quería decir algo, pero Luciano no le daría la oportunidad de hacerlo.
—Deshazte de estas escorias —le ordenó a Camilo, quien estaba de pie detrás de él, en un tono peligroso.
Sin darle tiempo a Roxana para reaccionar, la tomó del brazo y entró a la sala privada junto a ellos. La mujer se sentía incómoda, pero, sin importar lo que hiciera, no podía liberarse, ya que el hombre la arrastró a la habitación a los tropezones.
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