A pesar de estar ocupado en el trabajo, Luciano iba a la casa de Roxana todos los días. En su cabeza, continuaba recordando el momento en el que ella conoció a Leandro y cómo lo interrogó con severidad. Después de discutir con Luciano, la mujer incluso le sugirió que se llevara a Estela con él. Por eso, él solo observó a los cuatro desde lejos y no se acercó a ellos.
Estela estaba cada día más animada. Luciano supuso que era porque adoraba a Roxana; no sabía que la niña había comenzado a hablar.
Mientras tanto, Abril fue a Grupo Fariña cuando era la hora en la que Luciano salía del trabajo.
—Lo siento, señorita Pedrosa; el señor Fariña acaba de retirarse —contestó Camilo cuando la vio apretar el botón del ascensor para dirigirse a la oficina del director ejecutivo.
—¿Dónde está? —preguntó con el ceño fruncido.
—No sé cuáles son sus actividades fuera del trabajo —respondió con una sonrisa cordial—. Si tiene curiosidad, puede llamarlo y preguntarle dónde está. —Hizo una reverencia por cortesía y se volteó para marcharse.
Cuando las puertas del ascensor se cerraron frente a ella, Abril se mordió el labio; estaba muy molesta.
A pesar de que Luciano la humillaba en público y la convertía en el hazmerreír de la clase alta, no iba a darse por vencida. Durante los últimos días, no dejó de contactarlo con la esperanza de que cambiara de opinión. Si él lo hacía y confirmaba la fecha de la boda, los rumores no continuarían; eso era lo único que podía hacer para revertir esa situación. Abril estaba muy decepcionada después de que sus repetitivos intentos de contactarlo resultaran en contestaciones apáticas.
Tras el incidente en la fiesta de cumpleaños, Luciano ni siquiera intentó consolar a la familia Pedrosa; en su lugar, se acercó a Roxana.
No era necesario llamarlo porque Abril sabía que debía estar con esa mujer malvada, así que, con eso en mente, apretó de nuevo el botón del ascensor y salió.
Al llegar a la residencia Pedrosa, vio a Santiago y a Gina en la sala de estar. Cuando entró, estaban a punto de preguntarle si se había encontrado con el hombre, pero notaron la expresión que tenía la joven y comprendieron de inmediato.
—¿No has visto a Luciano?
—¿Quieres que me calme? Si esperamos más tiempo, ¡esa z*rra se casará con él en cualquier momento! —dijo enloquecida.
A pesar de su furia, Gina mantuvo la calma.
—Puede ser que Luciano y los Fariña no quieran lo mismo. ¿No has visto cómo su madre tenía prejuicios hacia esa mujer en el pasado? —dijo con calma a pesar de ver a Abril exasperada.
—¿Acaso estás diciendo que…? —La joven comenzó a calmarse.
—¡Vamos a la residencia Fariña! —exclamó apática Gina.
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