Permanecieron en silencio algo de tiempo, pero, al final, Luciano habló:
—Como quiera.
La mujer asintió con la cabeza y subió las escaleras para ir a buscar a Estela. Los tres niños estaban en la habitación de Andrés y Bautista; estaban molestos y el ambiente en el lugar era sombrío. Andrés y Bautista jugaban con sus robots de juguete, mientras que Estela había hundido la cabeza en la barriga de su peluche; los tres estaban inmersos en sus propios mundos. Cuando escucharon que la puerta se abría, dirigieron su atención hacia ella. La actitud de Roxana se tornó más amable cuando los miró a los ojos; no obstante, pensó en el hombre que esperaba abajo y volvió a ponerse firme.
—Ela, tu padre vino a buscarte.
Los tres niños se quedaron atónitos al escucharla, en particular, Estela, quien abrió los ojos de par en par y la confusión se reflejó en ellos mientras abrazaba su peluche, sin mover ni un músculo.
—Tu papá te está esperando abajo, así que date prisa —repitió Roxana con firmeza tras bajar la mirada.
Luego, se hizo a un lado y esperó en silencio junto a la puerta.
—Señorita Jerez… —murmuró la pequeña.
En su voz se percibía que tenía un poco de miedo y se mostraba bastante reacia a irse. La mujer se obligó a apartar la mirada del rostro de la niña. No se atrevía a decir ni una sola palabra porque le preocupaba permitirle que se quedara en el instante en que abriera la boca.
Pasó algo de tiempo antes de que la niña caminara hacia la puerta. Roxana no pudo evitar acariciarle el cabello; luego, la tomó de la mano y bajaron juntas las escaleras.
Luciano ya se había levantado del sofá para entonces y tenía una mano en el bolsillo mientras estaba de pie en medio de la sala de estar. Parecía que estaba listo para llevarse a Estela tan pronto como apareciera. Roxana sostuvo la mano de la niña hasta que bajaron el último escalón.
—Ve —dijo con una voz dulce y le soltó la mano.
Estela miró fijo a su padre y luego a la hermosa mujer junto a ella; en sus ojos se veía reflejado el descontento y la reticencia. Solo dio dos pasos adelante antes de darse vuelta y abrazar la pierna de Roxana con fuerza, negándose a soltarla. La mujer se sintió conmovida y se sensibilizó mientras extendía la mano. Al principio, quiso acariciarle la cabeza para darle consuelo, pero detuvo la mano en el aire antes de tomar las manos de Estela y apartarlas con dulzura de su pierna.
—Sé buena y ve a casa con tu padre. Estaré muy ocupada en los próximos días y lo sabes.
«No se sabe si podré verla de nuevo si regreso a casa con papá».
Cuando Roxana miró a la niña a los ojos, se dio cuenta de lo que estaba pensando y, durante unos minutos, no supo qué decir.
—Siempre estaré aquí y puedes venir cada vez que quieras, ¿de acuerdo? —dijo con dulzura mientras sonreía.
No obstante, Estela no le creyó. Por su parte, Luciano malinterpretó la situación y pensó que Roxana solo lo decía para ahuyentar a la niña.
—Estela Fariña, ¿ya olvidaste que este no es tu hogar? —le recordó con firmeza.
La pequeña bajó la cabeza, se dio vuelta y caminó hacia su padre de inmediato.
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