Después de estar sentado en la sala de estar por algo de tiempo, Luciano le indicó a Catalina que bajara a Estela para cenar. La niña se había quedado en su habitación de manera obediente, pensando en lo que Sonia acababa de decir. Estaba colmada de expectativa mientras fantaseaba sobre cómo sería todo si Roxana se convertía en su madre.
Durante la cena, no pudo evitar preguntar:
—Papi, ¿te casarás con la señorita Jerez? —Lo miró expectante.
Desde que Estela regresó, solo decía unas pocas palabras, aunque hablaba bastante con él. Esa era la primera vez que le decía una frase tan larga. Luciano se sorprendió antes de darse cuenta de lo que la pequeña le preguntaba. Al pensar en la actitud de Estela con Roxana, sintió curiosidad y le preguntó:
—¿Te agrada?
Como era de esperar, Estela asintió con la cabeza. «¡Me agrada bastante la señorita Jerez!».
Al ver el regocijo en el rostro de la niña en el instante que mencionó a Roxana, Luciano frunció levemente el ceño.
—¿Qué te agrada de ella?
Después de todo, solo habían pasado muy poco tiempo juntas, pero Estela parecía depender mucho de la mujer. Es más, parecía incluso ser más apegada a Roxana que a Luciano. Él parecía que no podía pensar en una explicación para eso más que asumir que era por su vínculo de madre e hija.
Estela no había pensado en esa pregunta antes, pero cuando su padre le preguntó en ese momento, inclinó la cabeza y lo pensó con seriedad. Después de una pausa, la niña comenzó a enumerar con los dedos y respondió:
—La señorita Jerez es hermosa, amable, cocina bien y es muy buena conmigo…
Al escuchar su respuesta, Luciano sintió emociones encontradas y le preguntó:
—Pero la señorita Jerez tiene dos hijos. ¿También quieres que se queden con nosotros?
Hasta ese día, la existencia de Andrés y Bautista todavía le molestaba a Luciano. A pesar de que eran obedientes y él los quería, se sentía mal por ellos cada vez que pensaba en cómo su padre los había abandonado sin piedad, tanto a ellos como a su madre.
Por su parte, Estela tenía una expresión inocente y le brillaban los ojos.
—Pero la abuela dijo que… «que mi papi quería casarse con la señorita Jerez».
Antes de que la niña pudiera terminar de hablar, Luciano la interrumpió en voz baja:
—Fue solo un malentendido.
No quería continuar con la conversación y le llenó el plato de comida a Estela.
—Comamos. Ve a descansar temprano cuando termines.
La niña se entusiasmó y habló tanto antes solo porque creía que Luciano iba a hacer que Roxana fuera su madre. No obstante, en el momento que escuchó su respuesta, bajó la mirada, abatida, y perdió el apetito. Se obligó a terminar la comida que tenía en el plato antes de bajarse de la silla y regresar a su habitación sin decir ni una palabra.
Después de ver lo abatida que se veía, Luciano frunció el ceño y guardó silencio.
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