La verdad de nuestra historia romance Capítulo 25

Roxana se tensó de inmediato. «¿La familia Pedrosa?». Por lo que ella sabía, solo había una familia Pedrosa en la industria de principios activos. Daba la casualidad de que esa era la familia con la que tenía algunos problemas. Al pensarlo, Roxana frunció el ceño y rogó que no tuviera tanta mala suerte para encontrarse con quien menos deseaba.

Enseguida, llegaron a su destino; una cafetería. Los proveedores de los principios activos aún no habían llegado, por lo que Conrado y Roxana se sentaron, pidieron dos tazas de café y esperaron a que las demás personas llegaran. Varios minutos después, alguien llamó a la puerta de la sala privada.

—Llegaron —le dijo Conrado tras enderezarse.

La mujer asintió levemente.

—Entren, por favor —dijo poniéndose de pie.

Alguien abrió la puerta y se escuchó una voz masculina.

—Lamentamos la tardanza.

En cuanto Roxana levantó la cabeza, miró a Abril a los ojos y pensó: «Hablando de Roma». A diferencia de ella, Abril abrió los ojos de par en par de la conmoción.

—¿Roxana? ¿Por qué está aquí? —exclamó, abrumada por la sorpresa.

«¿No desapareció hace bastante tiempo? ¿Qué hace aquí?».

Conrado y Carlos se quedaron desconcertados ante la respuesta de Abril.

—Señorita Pedrosa, ¿conoce a la doctora Jerez? —le preguntó Conrado con un tono curioso pero amigable.

—Por supuesto que planeo continuar. El doctor Galarza ha trabajado en este contrato durante mucho tiempo, así que no dejaré que su esfuerzo sea en vano.

Llamó al camarero y pidió cuatro tazas de café. Mientras esperaban, Abril posó la mirada sombría sobre Roxana ya que, a pesar de que no quería admitirlo, había cambiado bastante después de seis años. En el pasado, se comportaba con cautela, pero, en ese momento, lo único que hacía era estar sentada allí y cualquiera podía sentir lo intimidante que era. Su aspecto y presencia abrumaban a Abril. Por otro lado, habían pasado seis años y ella no había cambiado; el hombre que casi era suyo se alejaba cada vez más. Cuando se percató de ello, Abril cerró las manos en un puño por debajo de la mesa, dado que los celos le recorrían las venas.

—En verdad deseo trabajar con su instituto, pero creo que el precio que negociamos antes no es conveniente. Dado que la doctora Jerez está aquí, creo que podemos discutirlo de nuevo.

A pesar de que Abril esbozaba una sonrisa profesional, tenía una mirada despectiva. Tras escucharla, Conrado abrió la boca para hablar, pero Roxana lo detuvo.

—Señorita Pedrosa, ¿a qué se refiere? —preguntó con calma.

—Espero que podamos incrementar el precio en un dos por ciento del precio original —comentó la mujer.

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