Después de una conversación relajada, Magalí se marchó porque era muy tarde. Por su parte, los niños siguieron a Roxana por la casa. Después de ordenar un poco la habitación, la joven tuvo por fin tiempo para ellos.
—¿Tuvieron un buen día en el jardín de infantes hoy? ¿Se pelearon con sus amigos?
—Lo pasamos bien —respondieron mientras asentían con fuerza tras recordar los acontecimientos del día—. Cuando fue hora de marcharnos, ¡nos dieron mucha comida!
—Parece que ambos son muy populares. —Roxana no pudo evitar sonreír.
Bautista asintió con seriedad y luego miró a su hermano.
—De hecho, ¡hay una niña que hoy declaró que quiere casarse con Andrés cuando sea mayor!
—¿En serio? —Roxana miró a su hijo, divertida.
Sorprendido, Andrés miró a su hermano de forma acusadora antes de sonrojarse hasta las orejas.
—Sí, pero yo no accedí.
Mientras le pellizcaba la oreja, Bautista le hizo una mueca a su hermano. Al ver a ambos niños juguetear, Roxana sonrió satisfecha. Aunque ya era tarde, los niños se habían quedado con ella y le relataron todo lo ocurrido en el jardín de infantes. La mayoría de las veces, Bautista tenía mucho para decir mientras que Andrés se encargaba de resumir sus palabras. Por su parte, Roxana los escuchó con atención y rio cada vez que veía lo adorables que eran. Cuando por fin miró la hora, notó que casi eran las diez.
—Es hora de ir a la cama porque mañana tienen que ir a la escuela —les dijo a los niños mientras ponía una expresión seria.
De manera obediente, ambos subieron a dormir.
A la mañana siguiente, Roxana los dejó en el jardín de infantes antes de dirigirse al instituto de investigación. Una vez que terminó la reunión matutina, salió de la sala de conferencias con Conrado.
A Roxana se le iluminó el rostro al pensar que había logrado conseguir el suministro de medicamentos.
—¿En serio? —Conrado alzó una ceja, sorprendido—. ¿La familia Quevedo está dispuesta a firmar un contrato con nosotros a pesar de que el gran señor Quevedo acaba de despertarse?
Roxana asintió sonriendo.
—Es evidente que quedaron fascinados con tus habilidades médicas. Eres increíble —la elogió el hombre tras su confirmación.
—Solo hago lo que puedo. —La joven rio de manera despreocupada—. Espero que no haya ningún imprevisto en la salud del gran señor Quevedo.
—Si tú estás a cargo, estoy seguro de que todo saldrá bien —respondió Conrado con firmeza.
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