La verdad de nuestra historia romance Capítulo 59

Dado que era Catalina quien siempre cuidaba de Estela, Luciano no tenía mucha experiencia en lidiar con niños y creyó que su hija hacía un berrinche. Se vio reflejado el nerviosismo en su mirada cuando la vio llorar, pero al final, la miró con seriedad.

—Deja de llorar —le ordenó, pensando que no sonaba para nada severo.

Sin embargo, a la niña le pareció especialmente feroz, por lo que comenzó a llorar con más fuerza y se le caían las lágrimas por las mejillas empalidecidas de forma descontrolada. Luciano frunció el ceño; no sabía cómo reaccionar.

Mientras tanto, Roxana ya no pudo solo observar lo distante que era el hombre con la niña que lloraba.

—¿Esta es la forma en la que trata a una niña? Ya está llorando, ¿y le sigue hablando de esa forma? ¿No puede hablarle con amabilidad?

Luciano quedó paralizado por la reprimenda de la mujer. Roxana enseguida caminó hacia Estela y se arrodilló para abrazarla.

—Está bien, Ela. No llores. Puedes venir a jugar cuando quieras, ¿sí? Te daré mi número, solo hazme saber cuándo tengas pensado venir —le aseguró con cariño—. Ya no llores, ¿sí? No te verás bonita si lo haces.

Mientras tanto, Andrés y Bautista estaban de pie a su lado con pañuelos en las manos. Mientras tranquilizaba a Estela, Roxana tomó un pañuelo y le limpió las lágrimas. La niña dejó de llorar y puso la cabeza en los brazos de la mujer. Angustiada, Roxana sostuvo con fuerza a la niña y le acarició la espalda.

—La protegemos y jugamos con ella, pero se mantiene escéptico con nosotros. ¿Qué clase de personas cree que somos?

Bautista asintió en acuerdo y los dos miraron a Luciano con decepción.

El hombre era su padre, pero había abandonado a su madre antes de que nacieran. Y en ese momento, además de que los niños no le agradaban, ni siquiera dejaba que su hija fuera amiga de ellos.

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