La verdad de nuestra historia romance Capítulo 61

Después de ver el auto irse, Roxana llevó a Andrés y Bautista de nuevo a la mansión. Se agachó y los miró con seriedad. Los dos niños también la miraron, ya que sabían que su madre quería hablar con ellos.

—Andrés y Bautista escuchen con atención. No vuelvan a contarle a nadie sobre nuestra familia, en especial el hecho de que no tienen padre. —Roxana sentía que le dolía la cabeza cuando recordaba el incidente de hacía un momento.

«Gracias a Dios pude detener la conversación. Dada la inteligencia de Luciano, lo que le dijeron los niños podría haber levantado sospechas».

Andrés y Bautista lucían perplejos.

—¿Por qué no? Es un hecho que no tenemos papi.

A Roxana le dolió aún más la cabeza cuando escuchó la respuesta. «No puedo decirles el verdadero motivo, ¿no? ¿Cómo puedo decirles que tengo miedo de que su padre biológico venga a buscarlos?».

Después de una pausa, Roxana inventó una historia.

—Porque a los hombres malos les gustan los niños que no tienen padre; saben que las madres no son los suficientemente fuertes como para proteger a sus hijos. ¿Y si los secuestran?

Los dos genios intercambiaron miradas, ya que creían que la explicación era pésima, pero decidieron darle la razón.

—Bueno, mami.

Roxana suspiró con alivio, se puso de pie, tomó el bolso y se fue al instituto de investigación con los niños.

Al ver la reacción de la hija, Luciano frunció el ceño y se mantuvo en silencio.

Cada año, todos asumían que Estela era muda y él no se molestaba en explicarle a nadie. La niña pequeña no era muda. De hecho, había aprendido a hablar mucho más temprano que los niños de su edad, pero luego le diagnosticaron autismo y de a poco dejó de hablar con todos. Era por ese motivo que prefería escribir lo que pensaba. Incluso cuando estaba con Luciano, se rehusaba a hablar. A medida que pasaba el tiempo, el hombre aprendió a aceptar a su hija por quien era, pero en su interior anhelaba volver a escucharla. «Los dos niños dijeron que no tiene muchos amigos en el jardín de infantes; supongo que es porque no quiere hablar con nadie».

Se quedaron callados durante el resto del viaje e incluso después de llegar a la mansión. Estela se bajó y caminó delante; Luciano caminó detrás y entró justo después de ella.

—¡Por fin estás en casa!

Luciano estaba un poco sorprendido cuando escuchó la voz de su madre en el momento en el que ingresó a la casa. Miró la sala de estar y vio a sus padres de pie al lado de Abril. Todos rodeaban a Estela, sonriendo.

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