La verdad de nuestra historia romance Capítulo 64

Elías no ahondó en el asunto; ya que Estela quería practicar esas palabras, decidió ayudarla. Ambos pidieron al ama de llaves que les llevara lápiz y papel y comenzaron a practicar la escritura en la mesa del comedor.

Al ver que su padre se ocupaba de Estela, Luciano se excusó y subió a su estudio.

Por su parte, Abril estaba furiosa; se dio cuenta de que era evidente que la niña intentaba alejarse de ella, ya que no dejaba de rechazarla delante de los Fariña. «Si esto continúa, no hay duda de que el señor y la señora Fariña van a darse cuenta de que algo anda mal. No… ¡Tengo que encontrar una oportunidad y darle una lección a esa mocosa para que se comporte!».

Debido a la visita repentina de Estela, Roxana arribó al instituto de investigación con Andrés y Bautista alrededor de las diez. Tras acomodarlos en su oficina, la joven comenzó a trabajar de inmediato.

Conrado todavía no había procesado los datos que había presentado, por lo que, en cuanto escuchó que ella había llegado, el hombre la buscó enseguida y ambos se abocaron al trabajo. No terminaron con la tarea hasta que fue el final del día.

Mientras se estiraba, Roxana vio a sus dos hijos, quienes estudiaban o hacían algo en sus computadoras.

—Andrés, Bautista, ya podemos ir a casa —los llamó con suavidad.

Al oír eso, los niños levantaron la vista por encima de sus portátiles y asintieron de manera obediente mientras cerraban sus dispositivos y se levantaban del sofá.

—Ya es la hora de la cena. —Conrado miró la hora y sugirió sonriendo—: Hoy me hiciste un gran favor, así que, ¿qué te parece si los invito a comer a ti y a los niños?

Roxana se sorprendió por un momento y miró a sus hijos para pedirles su opinión. Estos intercambiaron una mirada mientras comprendían la situación. «Es más claro que el agua que el señor Galarza está interesado en mamá». Tras observar al hombre durante un día, pensaron que Conrado en verdad era alguien notable. En términos de profesión, al menos, tenía temas en común con Roxana; además, también tenía un aspecto aceptable. Sin embargo, por alguna razón inexplicable, cada vez que imaginaban a un hombre con su madre, solo pensaban en el rostro de su padre. «Qué extraño. Nunca hemos visto a papi y mami juntos, pero, por instinto, sentimos que él es el único digno de estar a su lado. Debido a eso, creo que es mejor que nos mantengamos alejados del señor Galarza».

—Gracias, señor Galarza, pero mi mami ya tiene una cita esta noche, así que no se preocupe. —Andrés lo rechazó con amabilidad.

Al ver lo serias que eran sus expresiones, Roxana se debatió entre la exasperación y la diversión.

—Sin importar el motivo, en el futuro, no pueden mentir.

Ambos niños asintieron de forma obediente.

—Creemos que el señor Galarza es, en efecto, bastante bueno, pero aún tienes tiempo de elegir, mami. No tienes que apresurarte. —Bautista se inclinó hacia ella sonriendo—. De todos modos, Andrés y yo no tenemos prisa por tener un papá.

—¿Elegir? ¿Piensas que es como elegir un producto en un supermercado? —Sin poder evitarlo, Roxana prorrumpió en carcajadas.

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