La verdad de nuestra historia romance Capítulo 63

Al mediodía, tanto Elías como Sonia se quedaron a comer en la mansión.

Por su parte, Abril también inventó una excusa para quedarse. Durante la comida, se mostró muy atenta. No solo sirvió sopa y comida para la pareja en varias oportunidades, sino que incluso peló algunos camarones para Estela, aunque ella misma no los comiera.

—Toma, recuerdo que te encanta comer camarones, así que los pelé especialmente para ti, Ela. —Abril deslizó el plato que había preparado hacia la niña.

Estela se limitó a levantar la cabeza y mirarlos de soslayo. Luego, volvió a posar la atención en su plato y siguió comiendo como si no hubiera visto nada. Abril aún tenía la mano en el plato y sintió que la sonrisa se le tensaba un poco.

Pasó algún tiempo, pero, aun así, Estela no tocó los camarones.

—Ela, ¿por qué no comes lo que la señorita Pedrosa preparó para ti? Además, ni siquiera le diste las gracias —la reprendió Sonia.

Estela hizo oídos sordos y siguió comiendo. Al ver eso, la mujer frunció el ceño.

—Este comportamiento es muy grosero, Ela —dijo Sonia con un tono de voz aún más rotundo.

Sin embargo, Estela levantó la cabeza y tenía una expresión que reflejaba su obstinación. «¡No quiero comer nada que me dé esta mujer malvada!».

A su lado, y al ver que Sonia la defendía, Abril se apresuró a actuar como una persona considerada y sensible.

—No se enfade, señora Fariña. Tal vez Ela no coma los camarones porque ya está satisfecha. Además, ha estado inestable a nivel emocional, así que puede asustarla.

—¡Qué muchacha tan considerada! En el futuro, estaré tranquila si tú te ocupas de ella —la elogió Sonia con gratitud.

Abril dirigió la mirada hacia Luciano con cautela y una sonrisa algo forzada en el rostro. Del mismo modo, Sonia también miró a su hijo, pero tenía una expresión que desbordaba de recriminación. Al notar las miradas de ambas, Luciano se puso algo tenso.

—Ela no come comida que le dé un extraño —le dijo a Abril en tono tajante—. No es necesario que sigas intentando.

Al oír eso, un dejo de dolor se reflejó en el rostro de Abril y, con timidez, apartó el plato de camarones. Tras notar que la había herido con sus palabras, Sonia intentó suavizar la situación entre ambos.

—Todo esto es tu culpa por consentirla —reprendió la mujer a su hijo.

Tras decir eso, estiró la mano para tomar la de Estela, pero solo encontró aire. La pequeña negó con la cabeza y escribió en el cuaderno: «Hoy no quiero salir. Quiero practicar escritura en casa».

«¡La verdad es que no quiero estar con esta mujer malvada!».

Sonia no forzó la situación. Por su parte, Elías llevó a su nieta al sofá para que se sentara.

—Ven, yo voy a ayudarte. Dime qué palabras te gustaría practicar hoy.

Al recordar los nombres de los niños y cómo estaban escritos en sus cuadernos del jardín de infantes, Estela escribió «Andrés» y «Bautista» con dificultad en su cuaderno.

—¿Por qué quieres practicar de repente estos dos nombres? —Elías estaba perplejo.

Después de todo, esas dos palabras no eran sustantivos comunes y no conocía a nadie con esos nombres.

Estela sacudió la cabeza y tiró de la manga de su abuelo para implorarle que la ayudara a practicar.

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