La verdad de nuestra historia romance Capítulo 86

Fue extraño ver a Estela correr hacia la entrada de la escuela mientras saludaba sin palabras a Roxana y a los niños. Al ver que la niña estaba demasiado emocionada como para preocuparse por la seguridad vial, Roxana se apresuró a tomarla de la mano y cuando vio a Luciano caminando con tranquilidad hacia ellos, no pudo evitar sentir impotencia.

Estela sonreía de oreja a oreja mientras sostenía la mano de Roxana y, una vez que se detuvieron, incluso le abrazó cariñosamente la pierna. Andrés y Bautista no sentían celos así que la saludaron con una sonrisa muy grande y amistosa.

Cuando por fin Luciano llegó junto a ellos, Bautista le tiró con valentía de la manga del traje. Desconcertado, el hombre bajó la cabeza para mirar al niño.

—¡Buenos días, señor Fariña! —exclamó Bautista con una sonrisa inocente.

Luciano levantó las cejas, pero su sorpresa pronto se convirtió en amabilidad.

—Ah, buenos días para ti también.

Al recibir la respuesta de su padre, Bautista sonrió aún más. Sin embargo, Andrés solo se limitó a fruncir los labios y a asentir con la cabeza a Luciano. Por supuesto, el hombre le devolvió el saludo de la misma manera.

—Señorita Jerez, supongo que debe llevarse muy bien con Estela. Eso es bastante raro, ¿sabe? Le he enseñado durante mucho tiempo y sin embargo nunca ha sido tan cariñosa conmigo —dijo Pilar al ver lo cercanas que parecían ambas familias.

Roxana miró a la niña que le sujetaba la pierna y se limitó a responder con una risita. Estela se negaba a separarse de su lado, pero eso no importaba ya que aún era temprano y no habían llegado muchos niños al jardín de infantes. Por lo tanto, Roxana y los niños decidieron quedarse en la puerta para conversar con Pilar.

Al oír eso, Roxana recordó su cita con Alfredo para realizar el tratamiento. «Dios mío, he estado tan ocupada esta mañana que, si Jonatan no me lo hubiera recordado, me habría olvidado de algo tan importante como esto». Al salir de sus pensamientos, Roxana miró el trabajo que le quedaba y le dijo a Jonatan un horario. A pesar de ello, se propuso llegar antes a su cita de esa tarde.

El mayordomo de los Quevedo ya conocía a Roxana y sabía que el tratamiento estaba haciendo maravillas en la salud de Alfredo. Por eso, su actitud hacia ella había cambiado por completo y la trataba con mucho respeto.

Roxana acababa de ingresar a la casa cuando, de pronto, frunció el ceño al ver a la persona sentada en el sofá.

—Nos encontramos de nuevo, señorita Jerez —dijo Abril mientras sonreía, aunque en sus ojos se veía reflejada su indiferencia.

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