A la mañana siguiente, mientras Abril estaba desayunando, su guardaespaldas la llamó.
—Señorita Pedrosa, averigüé lo que me pidió. Anoche, el señor Fariña llevó a la señorita Estela a ver a una mujer de apellido Jerez. Estuvieron en su casa durante casi tres horas antes de irse... —Por desgracia, antes de que el guardaespaldas pudiera terminar su frase, oyó que terminaban la llamada del otro lado.
No había duda, Abril sabía que esa mujer era Roxana Jerez y, mientras más se imaginaba a Luciano y a Roxana compartiendo tiempo juntos, más furiosa se sentía. «¿Qué habrán hecho durante esas tres horas?». Abril comenzó a sentir mucha ira, entonces se levantó y arrojó el teléfono mientras en los ojos se le reflejaba el enojo.
Santiago, quien estaba desayunando justo frente a ella, la miró y frunció el ceño cuando oyó todo el revuelo. Para su sorpresa, vio a su hija de pie junto a la mesa; tenía una expresión amenazante y su teléfono estaba en el suelo hecho trizas.
—¿Qué ocurre? —le preguntó Santiago con severidad tras dejar los cubiertos.
Abril se encontró con la mirada de su padre y apretó los dientes.
—¡Roxana Jerez volvió y Luciano ha estado distante conmigo últimamente! Creo que tiene planes para reconciliarse con ella —refunfuñó con un tono miserable hacia el final.
Al instante, a Santiago se le ensombreció la mirada.
—¿Saben esto Elías y Sonia?
Él sabía que, en aquel entonces, Roxana había huido sin despedirse y que solo había dejado un acuerdo de divorcio. Por esa razón, Elías y Sonia estaban muy resentidos con ella y era de imaginar cómo reaccionarían si se enteraban de que ella había vuelto descaradamente con su hijo.
Al escuchar las palabras de su padre, Abril frunció el ceño justo cuando se le ocurría una idea.
—Encuentra una oportunidad para informar a los Fariña sobre el regreso de esa mujer —sugirió Santiago, lo que ayudó a reafirmar la sospecha de su hija—. Estoy seguro de que no estarán felices con esto.
Luego de eso, Abril asintió y volvió despacio a su asiento. En cuanto Santiago vio que su hija se había calmado, frunció el ceño.
Los dos niños miraron a Pilar y la saludaron con amabilidad:
—¡Buenos días, señorita García!
De inmediato, Pilar los miró con adoración ante lo bien educados y sensatos que eran los ambos.
En medio de su conversación, oyeron el sonido de la puerta de un auto abriéndose y cerrándose. De inmediato, todos se giraron y vieron un Bentley estacionado en la calle, del cual se bajó Luciano y luego alzó a Estela del asiento trasero
Aunque quería llevarla hasta la entrada, Estela hizo un esfuerzo por liberarse de sus brazos en cuanto vio a Roxana y a sus hijos. Por suerte, Luciano no insistió y puso a su hija en el suelo como ella quería; sin embargo, justo cuando iba a tomarla de la mano, se dio cuenta de que ella ya había salido corriendo.
Por un momento, Luciano se quedó atónito mientras se giraba inconscientemente para mirar detrás de él. Se sorprendió en cuanto vio a Roxana y al resto caminando en dirección a Estela y sonriéndole con mucho cariño.
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