Después de cenar, el anciano regresó a su habitación para descansar. Roxana lo acompañó para revisarlo una última vez antes de bajar las escaleras y despedirse de los demás.
—Ya es muy tarde. Deja que la lleve a su casa —intervino Jonatan.
—No, está bien —respondió Roxana con una sonrisa—. Todavía tiene invitados que atender.
Jonatan sabía que tenía razón y decidió no seguir insistiendo.
—En ese caso, regrese con cuidado. Oh, por cierto, espero que no se tome en serio las palabras de mi abuelo. A su edad, tiende a preocuparse por asuntos como ese.
Ella se limitó a sonreír y se dio la vuelta para irse.
—Se hace tarde y yo todavía tengo trabajo por hacer, así que creo que me iré —dijo Luciano cuando vio que Roxana salía de la mansión.
Abril, quien se había vuelto muy cautelosa, decidió hacer lo mismo.
—Ah, creo que yo también me voy. Vámonos juntos.
—No, no vamos por el mismo camino. Me voy —respondió Luciano con indiferencia y se marchó antes de que Abril pudiera decir algo más.
Mientras lo observaba irse, la mujer se quedó aturdida y paralizada de la conmoción. Jonatan tampoco pudo evitar fruncir el ceño. Desde que comenzó la cena, pudo percibir que algo andaba mal entre Luciano y las dos mujeres, pero, por desgracia, no pudo descifrar qué era.
—¿Abril? —murmuró Frida, perpleja al ver lo atónita que estaba su amiga.
Por fortuna, ella recobró los sentidos y se apresuró a forzar una sonrisa.
—Bueno, tengo trabajo que hacer, así que no los molestaré durante más tiempo.
A pesar de que Jonatan y Frida pudieron darse cuenta de que algo andaba mal con ella, se abstuvieron de hacer más preguntas. Después de intercambiar unas palabras, al final, se despidieron de ella y, cuando regresaron a la mansión, Jonatan se volvió hacia su hermana de inmediato.
Desafortunadamente, antes de que ella pudiera decir algo, Luciano ya se había subido al auto y se había acomodado en el asiento del acompañante.
—Vamos —agregó luego de abrocharse el cinturón de seguridad.
Ella recobró los sentidos, pero no estaba para nada contenta.
—¿Dónde está su chofer?
—Ya es muy tarde. Dado que puedo conseguir que me lleven, ¿por qué debería molestarlo para que venga hasta aquí?
La mujer se quedó atónita al escucharlo y pasó un poco de tiempo antes de que dijera:
—Si mal no recuerdo, la señorita Pedrosa aún no se ha ido. Creo que estará feliz de llevarlo.
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