Luciano miró en su dirección cuando escuchó los sollozos. Roxana le dio unas palmaditas en la espalda de forma reconfortante, pero el llanto solo se hizo más fuerte. Estela apartó la manta, se sentó y se arrojó a los brazos de Roxana. Se aferró con fuerza a la blusa de la mujer mientras lloraba con tristeza; luego, abrió poco a poco los ojos y miró fijo el rostro de Roxana. Dejó de sollozar después de confirmar que ella aún estaba presente. Tenía las mejillas enrojecidas por la fiebre y el llanto; y Roxana se sintió angustiada porque la pequeña le recordaba a sus hijos.
—Shhh, Ela. Estoy aquí, no llores. —La tranquilizó mientras le secaba las lágrimas con dulzura.
Estela sollozó mientras las lágrimas continuaban cayendo; sin embargo, no estaba dispuesta a soltar a la mujer. El sudor de las manos de la niña empapó la blusa de Roxana y la arrugó; no obstante, ella no dijo ni una sola palabra y la consoló con paciencia. Enseguida, la pequeña se quedó dormida e, incluso mientras dormía, no pudo dejar de sollozar. Roxana la envolvió en la manta con cuidado, sin cubrirle las manos, dado que aún estaba aferrada a ella mientras dormía. Un brillo indescifrable se vio reflejado en los ojos de Luciano mientras observaba su íntima interacción, al final, escogió no decir nada.
Catalina seguía preocupada, así que se acercó para ver cómo estaban y se quedó encantada al ver a Estela dormida en los brazos de Roxana.
—La señorita Estela puede dormir profundamente cuando está con usted. Antes, era una niña problemática cada vez que se enfermaba y nadie podía tranquilizarla, ni siquiera el señor Fariña.
Roxana abrió los ojos de par en par de la incredulidad. «¿Qué hay de Abril? Es la madre de Ela. ¿No puede tranquilizarla? Por cierto, ¿por qué no apareció ahora que está enferma? ¿Dónde está? ¿Acaso no le importa su hija?». Estaba a punto de preguntarle a Luciano cuando escuchó su voz.
Luciano y Catalina desistieron de intentar convencerla de que cambiara de opinión. Catalina conversó un poco con ella antes de dejarlos solos.
La sala de estar volvió a quedar en silencio. Roxana se mantuvo alerta después de que Luciano mencionara las edades de Andrés y Bautista, así que miró a la niña dormida y evitó mirarlo a él. El hombre no dijo nada durante bastante tiempo, por lo que, poco a poco, ella se relajó. Ese día, había tenido la agenda muy apretada; por la tarde, había puesto mucho empeño en el tratamiento de Alfredo, así que no tenía mucha energía. El cuerpo caliente de Estela y su respiración constante hicieron que Roxana sintiera más somnolencia y, a pesar de que hizo su mayor esfuerzo para permanecer despierta, pronto se quedó profundamente dormida.
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