Linda chica, no huyas romance Capítulo 11

A pesar de todo, ella no podía permitirse partir con las manos vacías. Tenía un contrato vinculante con Amanda en el que habría una penalización económica en caso de no cumplir con lo solicitado. Era un resultado que Leonor no podía costear, así que no tuvo más remedio que recurrir a Claudio.

Él levantó las cejas cuando le quitó el trozo de papel y leyó los números escritos en él.

-¿Cómo voy a saber si va a cumplir su palabra?

-Tenga la seguridad, Señor Blandón, de que sólo busco el dinero. Una vez que lo tenga, destruiré todas las fotos.

Mantuvo la compostura y terminó lo que tenía que decir antes de darse la vuelta y marcharse. Al fin y al cabo, no tenía ganas de perder más tiempo en este lugar del que ya había perdido.

Claudio miró en dirección a ella hasta que desapareció de su vista. Recordó haber presenciado esta misma determinación por parte de ella siete años atrás. Aquella noche, esa chica estaba sentada con los ojos vendados ante él. Incluso cuando su delicado cuerpo temblaba, ella insistía en mantener un rostro firme.

A él le pareció risible y, al mismo tiempo, lamentable. A los hombres siempre les resultaban simpáticas este tipo de chicas. Incluso la persona más distante tenía un punto débil. Y para él no era diferente.

Cuando Claudio salió de sus pensamientos, se puso en pie y se preparó para salir. En ese momento, con el rabillo del ojo, vio una tarjeta tirada en la alfombra. Al examinarla con detenimiento, descubrió que se trataba de una tarjeta de identificación perteneciente a aquella joven.

La mujer de la foto tenía las comisuras de los labios levantadas ante la cámara. Sus hermosos ojos eran brillantes y estaban llenos de entusiasmo. Era una sonrisa reconfortante; una gran sonrisa, de hecho. Dejó que sus ojos se detuvieran en la fotografía un rato más antes de llamar a su asistente.

—Reúne la información de esa chica de hace siete años,

Enrique. La quiero en mi mesa para mañana.

-Sí, Señor Blandón.

Claudio parecía pensativo mientras volvía a centrar su atención en la fotografía de la tarjeta.

-¡Vaya, vaya, en qué espectáculo tan lamentable te has convertido! ¿No te da vergüenza pavonearte con esas falsas prendas?

Leonor frunció el ceño. Dudaba que la ropa que Claudio le había preparado pudiera ser una falsificación. La verdad podría estar más cerca de Sara, quien pensaba así porque creía que no había manera de que Leonor se las pudiera permitir. De inmediato, el rostro de Leonor se oscureció al tiempo que provocaba a su hermanastra de la misma manera:

—¿Ah, sí? ¿Cómo es que hoy estás aquí sola? ¿Dónde está ese guapo novio tuyo?

-Ha estado un poco ocupado -respondió Sara mientras jugaba con su pulgar.

—¿Es así? ¿No ha podido dedicar tiempo a su propia novia, o no ha querido hacerlo?

Eso pareció funcionar, ya que borró la sonrisa del patético rostro engreído de Sara.

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