Linda chica, no huyas romance Capítulo 12

Leonor dejó escapar una risa y rodó los ojos con indiferencia.

—No puedo creer que un novio perfecto como Tomás Romero te deje plantada. Seguro que se revuelca de asco después de ver a su novia en el regazo de otro hombre.

Sara se sobresaltó y la miró con los ojos abiertos como platos. Escaneó los alrededores con nerviosismo antes de acercarse e interrogar a Leonor en voz baja.

-¿Cómo te has enterado? ¿Le has dicho algo a Tomás?

Leonor se encogió de hombros con indiferencia y frunció los labios.

-No me señales sin ninguna prueba.

-¡P*rra!

Sara no pudo aguantar más. Sabía que Leonor debía haber hecho algo a sus espaldas.

—Sara, será mejor que cuides tu boca. No le he enseñado nada a Tomás. No tienes derecho a insultarme. Además, deberías saber que habrá consecuencias para la gente que hace cosas despreciables como tú. Es cuestión de tiempo que todo el mundo lo sepa.

-No hables como si tuvieras pruebas de lo que hice. Puedo demandarte por difamación.

Pero Leonor no se inmutó ante sus amenazas. Levantó las cejas de forma desafiante y miró a Sara directo a los ojos con una orgullosa sonrisa de victoria curvada en sus labios.

-Sabes muy bien que no soy alguien que lanza comentarios infundados a la gente sin tener pruebas sólidas.

Sara se mordió los labios y le devolvió la mirada con fastidio. Tenía muchas ganas de vengarse, pero sabía que no podía hacerle nada a Leonor. Al poco tiempo, terminó por rendirse y suavizó su tono.

—¿Qué quieres? ¿Dinero? Te pagaré a cambio de esas fotos -propuso.

—Claro, quiero tres millones -respondió Leonor sin la menor duda.

-¡Tres millones! -Sara jadeó-. ¡También podrías robar un banco!

-Eso es justo lo que estoy haciendo. Te estoy robando aquí mismo —respondió Leonor.

Una sombra pasajera de tristeza pasó por su rostro al recordar lo sucedido en el pasado. Su padre no habría muerto si Sonia y Sara no se hubieran llevado el dinero. Todo lo que ella hacía era sólo recuperar lo que era suyo por derecho.

-¡Oiga! ¡No soy sorda! No tiene que actuar como una cobarde y susurrar a mis espaldas. Dígamelo a la cara si se atreve.

La mujer ladeó la cabeza y torció los labios en una sonrisa torcida.

-¿Quién te crees que eres para sermonearme? Sólo digo la verdad. ¿Esperas que la gente diga cosas buenas de ti cuando tú misma eres una mujer barata?

Antes de que Leonor pudiera defenderse, la puerta de metal oxidado se abrió de golpe detrás de ella y se azotó contra la pared con un estruendo ensordecedor. Un hermoso niño estaba de pie en la puerta con las manos en la cintura mientras miraba a la pareja con desprecio.

Por su rostro de bebé con mejillas sonrosadas, era fácil saber que el niño sólo tenía cinco o seis años. Pero por muy joven que fuera, sus rasgos eran cincelados y refinados. Sus lindos ojitos brillaron de ira mientras gritaba a la irrespetuosa pareja.

-¿Saben por qué mamá trabaja tanto para ganar dinero?

La pareja se miró sin comprender y negó con la cabeza.

«Porque queremos irnos de aquí. ¡La gente dice que la estupidez es una enfermedad contagiosa! -gritó el niño a todo pulmón.

Al hablar, tomó la mano de Leonor y la jaló hacia el interior del apartamento antes de cerrar la puerta de golpe.

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