Todo se intensificó en cuestión de segundos y todos en la oficina fueron sorprendidos. Al ver que las dos mujeres entraban en una acalorada pelea, el gerente se acercó de prisa para separarlas.
-Por favor, cálmese, Señorita Granados. Ninguno de nosotros quería que esto sucediera. Nos aseguraremos de compensar los daños en su totalidad según el contrato -aseguró.
-¿Cree que quiero el dinero? ¡Tengo que cargar con las consecuencias ahora que el Señor Blandón lo sabe todo! -gritó Amanda al Director.
Leonor negó con la cabeza y miró a Amanda sin palabras.
«Todo esto lo has planeado tú sola. ¿Y ahora tienes miedo? ¿Esperas que otro cargue con la culpa por ti?».
—Señorita Granados, ¿intenta pasar la pelota ahora? Es muy egoísta de su parte eludir la responsabilidad de esta manera. ¿Ha pensado alguna vez en los daños que tengo que sufrir? -espetó Leonor.
—Deja de hablar como si se hubieran aprovechado de ti. Dime, ¿cuáles son los daños que has sufrido? -cuestionó Amanda y la miró con desdén.
A Leonor le temblaron los labios ante su actitud impertinente. Esta mujer la había pisoteado delante de todo el mundo desde que llegó.
-¡Señorita Granados, no todo el mundo está interesado en acostarse con otro hombre como lo está usted!
Las palabras de Leonor provocaron a Amanda y ésta apartó al Director para lanzarse de nuevo contra Leonor.
-¿Qué acabas de decir? -Amanda arremetió contra ella mientras la asfixiaba por el cuello.
El Director se interpuso entre las dos mujeres y apartó a Amanda.
~¿No puedes callarte? Deja de echar leña al fuego -reprendió el Director al tiempo que miraba a Leonor.
Leonor frunció los labios y miró hacia otro lado sin decir nada más. Se dio cuenta de que el Director hacía todo lo posible para evitar que las cosas se le fueran de las manos.
«¿Dónde están las fotos que tomaste ayer? Al menos podemos salvar la situación si tienes las fotografías —dijo el Director en tono represivo.
-Sí, ¿dónde están las fotos? Recuerdo que tomaste algunas fotos —intervino Amanda con impaciencia. Esta era la única manera de salir de este lío.
-Oh, ¿las fotografías? Las borré -admitió Leonor sin pensarlo dos veces.
Leonor estuvo a punto de caer al suelo ante sus palabras.
Sin embargo, sabía que no había nada más que su jefe pudiera hacer. Apretó los puños y se dijo a sí misma que debía aguantar.
—Ha sido un privilegio trabajar a sus órdenes. Siento las molestias que le he causado a la empresa. Tenga por seguro que me ocuparé de la Señorita Granados por mi cuenta.
Con una reverencia, Leonor salió del despacho y se dirigió a recoger sus cosas. Para cuando salió de la empresa, un estruendoso relámpago iluminó el cielo gris, y un repentino aguacero bañó las calles en cuestión de segundos. Se quedó en la entrada de la empresa y miró al cielo con impotencia. Un sentimiento de desconsuelo la invadió y las lágrimas la ahogaron.
Ahora que su padre se había ido, sólo tenía a Miguel a su lado. Se hizo paparazzi para llegar a fin de mes y poder darle a su hijo una vida mejor. Pero cuando las cosas no podían ir peor, cayó en el lado malo de Claudio y llegó a tener una deuda de cinco millones.
Leonor siempre creyó que vendrían días mejores para ella y su hijo. Mientras trabajara lo suficiente, habría luz al final del túnel. Por eso había persistido en su esfuerzo, sin importar los desafíos que se le presentaran. Sabía que mientras tuviera a Miguel con ella, lucharía por él. Sin embargo, la vida no daba señales de volverse fácil para ella.
Los duros golpes de la realidad no dejaban de abatirla y se sentía perdida en una vorágine de desesperanza. Pero sabía que tenía que sobreponerse a la tormenta, por ella misma y por Miguel. Pensó en él y luchó contra las lágrimas. Como había dicho Miguel, era inútil llorar.
Incluso un niño como él sabía que llorar no podía cambiar nada, «¿qué más puede hacer un adulto?».
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