Linda chica, no huyas romance Capítulo 5

La abrumadora punzada de dolor le impedía ver con claridad. En ese momento, lo único que pudo registrar fue el resplandor ocasional de las luces que barrían el techo. Cuando la enviaron al quirófano, captó la confusa inflexión del médico que le gritaba a la enfermera que le administrara la anestesia. Poco después, su conciencia desapareció mientras su visión se desvanecía.

En el exterior, los sirvientes de la mansión temblaban mientras se alineaban a lo largo del pasillo.

«El Señor nos ha recordado una y otra vez que tenemos que vigilarla. No puedo creer que haya ocurrido un accidente así».

El miedo se apoderó de todos ellos cuando escucharon aproximarse una secuencia de pasos firmes. Al cabo de un rato, un hombre con un traje negro y un rostro sombrío que hacía juego se acercó a ellos.

Al terminar la reunión con la junta directiva de la empresa, había recibido la llamada en la que se le informaba de que Leonor se había caído de la escalera y corría peligro de parto prematuro.

La tensión crecía mientras el aire pesaba sobre todos los que estaban fuera del quirófano. Cuando Claudio entrecerró los ojos, cualquiera podía reconocer su furia. Todos tenían la cabeza agachada en silencio.

—¿Van a decirme qué está pasando? —preguntó.

—Señor, la Señorita Sandoval... se ha caído por accidente.

La que empujó a Leonor fue Lilia Solares, la querida de José, el Señor de la casa Blandón. Por ello, nadie se atrevió a señalar a Lilia, ya que no se atrevían a ponerse en su contra. Lo único que podían hacer era tratar de pasarlo como un accidente.

Al escuchar eso, las arrugas en la frente de Claudio se hicieron más profundas. Pero no tenía nada más que añadir. Momentos después, las luces indicadoras fuera del quirófano se apagaron. En ese momento, las puertas se abrieron y el llanto de un bebé se escuchó desde el interior.

Una enfermera salió enseguida con un bebé que lloraba acunado en sus brazos.

-La Señorita Sandoval ha dado a luz con éxito a un niño sano, Señor Blandón. Sin embargo, como ha nacido prematuro, tendremos que trasladarlo de inmediato a la unidad de cuidados intensivos neonatales.

El asistente que estaba detrás de Claudio preguntó con ansiedad:

—¿No se suponía que eran gemelos según la cita prenatal anterior? ¿Dónde está el otro niño?

La enfermera negó con la cabeza y exhaló:

-Lo sentimos. Como los dos están muy débiles... hemos hecho todo lo posible. El otro niño no respiraba cuando nació. Y las cosas no se ven muy bien para éste tampoco...

El ambiente en el pasillo cambió de manera sísmica al instante.

El rostro del asistente se tornó pálido mientras miraba al hombre que estaba a su lado.

—¿No hay nada que se pueda hacer? Podríamos conseguir que enviaran a los mejores médicos hasta aquí.

Cuando Claudio estaba a punto de marcharse, se detuvo cuando algo se le vino a la cabeza. Entonces volteó en dirección al quirófano.

-¿Cómo está esa chica?

-Tenga la seguridad de que ella también será atendida, Señor.

Claudio hizo una breve pausa y mantuvo su silencio antes de partir con el niño enfermo a toda prisa.

Mientras tanto, dentro del quirófano, Leonor se despertó con el cuerpo atormentado por el palpitar de las convulsiones. Cuando se giró hacia la mesa helada que tenía a su lado, el otro niño se retorcía con dificultad contra la manta. Su rostro se arrugó mientras suplicaba con toda la fuerza que podía reunir:

—¡Ayuda, alguien... por favor, que venga alguien a salvar a mi hijo!

La cabeza de la enfermera, que estaba ocupada limpiando, se levantó. Su rostro palideció cuando miró hacia allá. Entonces recogió al niño y se dirigió de inmediato hacia el médico encargado.

-¡Doctor! ¡Doctor Rosas! El bebé sigue respirando.

El equipo médico se puso a trabajar al instante para socorrer al valiente niño que había logrado recuperarse del borde de la muerte.

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