nadia
Quería venganza, pero también lo quería a él.
Mis dos mitades luchaban dentro de mí en ese momento.
Pero cuando sus manos sostuvieron mi cuerpo estaba perdido.
Agarré su cabello acercándolo más y él ahuecó mi trasero y arrojé mis piernas alrededor de su gran cuerpo musculoso.
Estaba presionado contra la puerta y su boca bajó por mi cuello, cuando su lengua pasó por mi oreja me estremecí y perdí el control.
Entre susurros de lo caliente y maravillosa que era, las mordidas en la boca y los chupetones del hombre que amaba me hicieron ceder a ese momento.
Me llevaron a la cama, seguía aferrada a él, nos acostamos sin soltarnos, sabía que si quitaba mi boca de la suya, el encanto de ese momento desaparecería como el polvo y todo mi rencor vendría a mi mente.
Lo deseaba mucho en ese momento, quería que me poseyera, me hiciera suya y me hiciera olvidar nuestro pasado.
Cómo desearía que todo hubiera sido diferente.
Pero el destino no.
Pero hoy está aquí conmigo.
Y ahora mismo lo quiero.
Su boca se deslizó por cada parte de mi cuerpo, me quitó el vestido con delicadeza, solo estaba en lencería y sandalias.
Me observaba y sus ojos hablaban con los míos, parecían estallar de deseo como lo estaban los míos en ese momento.
Mi respiración era dificultosa, mi pecho subía y bajaba con una rapidez de tal placer que se cernía sobre nosotros dos en ese momento.
Volvió su mirada escrutadora, tomó uno de mis pies y lo levantó, besó y acarició, sin apartar su mirada de la mía, y yo sonreí seductoramente.
Mi sandalia fue desabrochada por ágiles dedos y mis pies fueron besados y su mano apretó mi pie y luego se deslizó hasta mi rodilla mientras su boca depositaba besos tranquilos.
Dejo mi pierna apoyada en la cama y tomó mi otro pie haciendo lo mismo, las manos amorosas que me acariciaban hacían cada caricia más sedienta de él.
Quería sentirlo.
Probarte.
Siente el toque.
Iba a continuar con su exploración de mi cuerpo, pero en este momento yo quería hacerme cargo.
Hacer algo que no había hecho con él.
Él permaneció de pie junto a la cama, yo me senté en el borde sin dejar de mirarlo estableciendo ese contacto visual, aún con el traje que usó para nuestra boda o debería decir la firma de nuestro contrato de matrimonio.
Desabroché el traje.
- Quítamelo - y obedeció mi orden.
Observando cada movimiento, pasé las manos por los costados de sus piernas desde las rodillas hasta la cintura, sintiendo sus muslos gruesos y musculosos.
Mordí mi labio inferior mirándolo y me dio una media sonrisa traviesa que solo él sabía dar.
Pasé mis manos entre la cremallera de su pantalón, donde se podía ver el volumen de su duro miembro pegado y llevé mis manos a su pecho y rocé mi rostro en el volumen que había en su pantalón.
Arrastré mis uñas por su camisa hasta que llegué al cinturón que pretendía desabrochar.
Y le abrí el cinturón y luego la cremallera.
Bajé sus pantalones dando paso a unos calzoncillos boxer negros donde se podía ver lo que buscaba en ese momento.
Tiré de ella hacia abajo y su miembro duro saltó ya brillante por el líquido que goteaba.
Mi mano lo sostuvo amorosamente y pasé mi pulgar en movimientos circulares donde ya estaba mojado.
Volví a mirarlo quien tenía una expresión cercana a la desesperación y la ansiedad, nuevamente pasé la lengua humedeciendo mis labios, para que quedaran lubricados para lo que pretendía hacer.
Tomó un respiro profundo.
Mi lengua recorrió todo su borde, comenzando de abajo hacia arriba.
La boca estaba húmeda y se deslizaba como si estuviera saboreando una paleta jugosa.
Lo rompí sin ningún tipo de vergüenza, él gimió y sus piernas temblaron.
Observó cada movimiento que hice y pasó su mano por mi cabello, acariciándolo.
Subí y bajé.
Cuando salí del baño, él estaba apoyado contra la ventana vestido solo con sus calzoncillos, yo iba directo al armario para cambiarme de ropa cuando escuché su voz.
- Te quedaste con el regalo que te di – mierda, me había olvidado de mi rosa negra que me dio hace tantos años.
- Es demasiado bonita para tirarla.
- Es realmente hermosa, me alegró verla aquí.
- No creas que por tu culpa te dejé aquí – se acercó a mí – Nadia, los dos podemos ser felices.
- Cambiaste de opinión Cam - Me alejé - Tu repulsión por el matrimonio desapareció después de que te casaste.
- Nadia, ya dije que era un idiota.
- Si, de verdad lo era – me acerque a la puerta del closet – me voy a cambiar y tu cuarto esta en la puerta principal, si quieres acomodarte ahí te lo agradecería.
Y luego recogió la ropa tirada en el suelo y caminó hacia la puerta, miró por última vez y se alejó, cerrando la puerta de mi habitación.
Olvidé sacar la flor de ahí, no quiero que piense que me la quedé porque me la dio, estoy siendo infantil, pero no quiero.
Después de cambiarme, llamé a la puerta de su dormitorio y ya se duchó y me contestó.
- Voy a salir - continuó mirándome sin decir nada - No tengo comida lista en casa, pero hay un restaurante el teléfono está en la heladera solo pregunta y hoy no voy a ir a casa.
- ¿Algo más?
Parecía derrotado.
Quería que fuera así cuando empecé todo esto, pero ahora ya no sé lo que quería.
- Trae aquí a Manoela, nos visitará la trabajadora social y es bueno que esté aquí en casa, le dará credibilidad a nuestro falso matrimonio.
- Está bien, lo conseguiré.
- Hasta luego.
- Hasta luego – y suspiró pesadamente.
Iba a casa de Fernanda y allí pasaba la noche.
Necesitaba un trago y una vuelta amistosa.
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