Mi Jefe y Yo romance Capítulo 6

No pude disfrutar el resto de la fiesta en lo más mínimo, aún cuando Jack se había marchado tras dar su discurso y saludar a uno que otro conocido, en especial a mí, quien era su principal objetivo desde el inicio. 

Aquella discusión seguía atormentándome en mi cabeza, helándome la sangre. 

Intenté comer lo que me habían servido, pero apenas daba un bocado, los deseos de salir corriendo al baño a vomitar regresaban.

Nia parecía estar aún más angustiada que yo al verme de esa forma, casi como si me fuese a desmayar en cualquier instante. 

—Vámonos, Lucy —repetía con preocupación—. No te ves nada bien.

Pero me quedé, pensando que podía sobreponerme.

Justo cuando todos se pusieron en pie para bailar, Nia insistió en que regresáramos a la casa, quise conducir, pero mis manos temblaban y mis pies ni siquiera coordinaban, al igual que mis pensamientos.

Entonces ella se tomó la molestia de ser la piloto, mientras yo me quedaba en silencio observando por la ventana, sintiendo el remolino de recuerdos azotarme cada vez con más fuerza. 

Siete años, siete malditos años engañado pensando que era mi culpa, reprochándome lo ocurrido en la soledad. ¿Cómo Deborah había sido capaz de hacernos eso? 

Sentí la rabia recorrer mi cuerpo al recordar el rostro de esa desalmada mujer, la forma tan tonta en la que había caído en su perfecta actuación, y rechine los dientes, conteniendo los deseos de romper todo, de destrozarme incluso a mí misma.

"¡Maldita mujer!"

Sentía que mi espíritu se lo había llevado aquel hombre que creía estaba enterrado metros bajo tierra, y ahora sólo yo era el verdadero muerto viviente, uno que a duras penas respiraba. 

Nia me analizó, mordiéndose el labio inferior, ansiosa de que estuviera con los labios sellados por tanto tiempo. 

Sin muchos ánimos, me senté en el sillón, inexpresiva a la espera de tener un poco de tiempo a solas. 

Cody, quien estaba en la cocina tomándose un vaso de agua cuando llegamos, un poco sorprendido porque estuviéramos de regreso tan rápido, le preguntó a Nia que me ocurría, y con cierta torpeza le contó lo que sabía. 

Se sentaron lentamente en dos sillas frente a mí, como temiendo sobresaltarme con sus acciones, y finalmente el pelinegro me pregunto:

—¿Qué se supone que harás ahora?

—Ni yo misma sé —confesé, dedicándoles una afligida mirada por primera vez desde que había puesto un pie en el apartamento.

—Significa que la madre de Jack te ha dicho mentiras.

—Es algo demasiado obvio, ¿no? —refunfuñó Nia cruzándose de brazos, demasiado pensativa para mi gusto.

Aunque su expresión de irritación se debía a que Cody estaba muy cerca de ella, sin embargo, algo en su intensa mirada me decía que yo me estaba perdiendo de algo igual de importante que el asunto de Jack.

—Él me odia, como si hubiera hecho algo realmente grave —suspiré desganada.

—Es porque no debe saber nada de lo que has tenido que vivir —dedujo Nia con tal naturalidad, que por un leve momento, sentí envidia de su veloz percepción de las cosas.

—Deberías decirle —dijo Cody, dedicándome una mirada cargada de afecto, como si quisiera alentarme a la distancia.

—¿Y qué sentido tiene contárselo ahora?

—¿Por qué no confesarle la verdad, Lucy?

—Está casado —farfullé, sintiendo como la simple palabras desgarraba mi garganta al pasar, dándole paso a la tristeza en todo mi interior.

—¿Y qué importa? —masculló el pelinegro encogiéndose de hombros, como si meterse en una relación no fuese nada del otro mundo—. No vas a intentar quitárselo a la presidenta, sólo vas a aclarar las cosas con él, y así no habrá rencores absurdos, Lucy.

—¿Y si aclaro las cosas con él y decide regresar a los viejos tiempos?

El más alto la liberó de su agarre, dejándola cabizbaja en medio de la sala, con mi mirada curiosa sobre ella, a la espera de descubrir lo que realmente estaba sucediendo. 

Una parte de mi creía que aquello había sido una total farsa para quitarse de encima a Cody de una buena vez por todas, pero el lado más grande, pensaba que había sido sincera como nunca antes. 

En el momento en que Cody desapareció de nuestra vista, decidí acercarme a ella para poder ver mejor la expresión a la hora de preguntarle aquello.

—¿Desde cuándo te gusta alguien, Nia?

—Ya no importa —respondió en un sutil respingo de agotamiento, pasó una de sus manos por su sedoso cabello y ni siquiera levantó sus ojos del suelo una sola vez, cuando se fue en dirección a su cuarto.

Al ver que ella me dejaba sola, caminé sin mucho entusiasmo hasta mi habitación, me quité el vestido y lo dejé tirada en el suelo.

Ni siquiera me moleste en quitarme los zapatos o el maquillaje me tendí así en medio de la cama, había sido un día demasiado extenuante, sólo deseaba cerrar los ojos y dormir profundamente hasta el otro día.

Pero por mucho que lo intentaba, no lograba sacarme a Jack de la cabeza, podía percibir aún el calor de sus labios sobre los míos, y sus ojos despreciándome sin motivo. 

Lastimosamente no pude pegar ojo, sin embargo, cuando el cielo comenzó a aclararse, Cody paso por mi cuarto a supuestamente despertarme, diciéndome que era hora de irnos.

Para mi sorpresa, Ryan le había avisado a mis amigos sobre el fin de semana familiar, así que aún si no estuviera de energías para verlos, Cody y Nia me obligarían a viajar hasta mi hogar.

Durante todo el camino, Cody condujo con sus deprimentes baladas a bajo volumen, mientras yo dormía en la parte de atrás con una muda Nia, muy quietecita junto a mí. 

Entre mis coloridos sueños sentí que me caía, sin embargo noté las manos de Nia ayudándome a recostarme en sus piernas, y sus suaves manos acariciar mi cabello.

Quería detenerla de hacer aquello pero era más grande mi cansancio, que las ganas de evitar que Cody malentendiera las cosas.

Me despertó su angelical voz indicándome que habíamos llego, me observó nerviosa por unos segundos, y al mantenerle la mirada se ruborizó un poco, confirmándome en silencio que quizás yo sí era su persona especial. 

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