La chica abrió los ojos cuando sintió que su amiga la zarandeaba. Esta se estrujo los ojos hasta lograr medio sentarse en la cama. Había tenido una horrible pesadilla y agradeció a su amiga que la despertara de ella.
A esas alturas seguramente el francés ya debía de estar más que casado con esa mujer. No dudo para nada que hubiera firmado esos documentos sin chistar. Total ellos dos solo estaban casados por un contrato.
—¿Qué paso?
—Tenías una pesadilla o algo así, dormías inquieta.
—Sí, realmente era una pesadilla. Confirma la castaña. –¿Estas llegando?
—Si. El día estuvo de locos.
La morena se sienta en el borde la cama quitándose los zapatos… parecía agotada, y quién no. Con dos empleos, la pobre Maya tenía que trabajar por ella también. Ya que por su condición le era imposible trabajar, contaba con casi nueve meses de embarazo. Después de dos semanas trabajando empezó a sentirse más cansada de lo normal. Y cuando fue a chequearse le dijeron que estaba embarazada.
Siguió trabajando un tiempo más hasta que la barriga se lo impidió… así que Maya se vio obligada a buscar otro empleo para cubrir los gastos.
—He pensado que deberíamos buscarlo.
—¿Para qué? ya debe estar más que casado. Y seguro que su esposa ya dio a luz a su hijo.
—Pero es importante que él sepa que tú también esperas de él.
—No. Niega para ponerse en pie con gran dificultad. –No quiero que él sepa nada de mí.
—Amiga, esperas gemelos de Jean… ¡por dios! Él debe saberlo.
—¿Crees que quiere saber algo de mí? Ni me ha buscado, es obvio que no quiere saber nada de una mujer que conoció en un bar.
—Nosotras no podemos saberlo, estamos a kilómetros de él. Sabes me preocupa que esperes dos bebes. Con uno es un poco más fácil, pero con dos.
—Lo sé. La castaña suspira.
Cuando se enteró de que eran dos bebes casi que se desmaya en la cita con el médico, y seriamente pensó en buscar a Jean pero luego decidió que se las arreglaría sola con sus hijos. Y de eso ya hace 8 meses.
[…]
Jean revisaba unas notas en su oficina, desde hace meses había dejado abandonado los negocios de su padre. El viejo era tan duro que había contratado a alguien más para que atendiera sus asuntos. Así que Adrien y él se encargaron de sus negocios. Unos que les estaba costando sacar a flote. Ya que Jean no se había casado con Adelaine, el viejo cada día le hacia la vida imposible con los restaurantes
En la información que tenía en las manos debía aparecer la ultima dirección donde habían visto a Zoé, tenía el sobre en las manos… le había costado una fortuna obtener esos datos, y 8 meses pero al fin el detective había dado con ella. No sabía que esperar de esos papeles, la verdad es que estaba un poco asustado. Porque y si ¿ella estaba casada de nuevo? ¿Y si había tenido hijos? Y si… ¿se había enamorado de alguien?
De esa persona de la que ella le hablo la última vez… jean no soportaba la angustia, se llevó las manos a la cara justo cuando Adrien entraba en la oficina.
—Ya están los resultados.
—¿Y bien?
—No es tu hija hermano.
—¡Lo sabía!
La tarde anterior Adelaine se había puesto de parto, así que Jean pago una fuerte cantidad de dinero para que le practicaran a la infante una prueba de ADN. Desde luego que la madre se había rehusado desde el primer momento lo que lo llevo al francés a sospechar de la paternidad de esa niña.
Y no estaba lejos de la realidad, sabía que esa bebe no era suya… y con las pruebas en las manos tenía como restregárselo a su padre para que lo dejara en paz. Ahora solo le quedaba una cosa, descubrir donde había estado por tanto tiempo su esposa.
—¿Tienes la dirección por fin?
—La tengo.
—¿Y a qué esperas?
Intento abrir el sobre cuando la presencia de su padre en su oficina lo interrumpió…
—¿Por qué carajos no has ido a ver a tu hija? ¿Pretendes hacerme quedar mal con su padre?
—Esa niña no es mía, ya deberías de saberlo. ¡Como todo lo investigas!
—¿De qué estás hablando? El viejo frunce el ceño.
— Adrien...
El rubio le tiende el papel al viejo. Este lo lee detenidamente, y por su expresión se le notaba que estaba más que cabreado. La chica a la que tanto defendía y tenía en un pedestal le había mentido.
—Esa hija de puta, como se atreve a engañarme de esa manera.
—Bueno allí lo tienes… te lo dije, ese bebé no era mío.
—Ya vera de lo que soy capaz. Dice saliendo de la oficina de su hijo hecho una furia.
Jean y su hermano niegan… era la primera vez que engañaban a su padre de ese modo. Desconocían lo que podía hacerle a esa mujer, o bueno el padre de esta. Porque si Jean no era padre, nadie más que ella sabría quién era el padre de esa criatura.
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