October full moon romance Capítulo 15

Desperté de golpe, dándome cuenta de que estaba acostada en la cama de mi habitación. Tenía la misma ropa puesta, mi cabello no estaba mojado... era como si no me hubiera duchado hace rato. Fruncí el ceño completamente confundida, no entendía qué había pasado. Entonces recordé lo qe hice con Konan hace un momento... ¿fue real? Me puse de pie y salí de la habitación, bajando las escaleras. Me sorprendió ver a Konan ahí sentado en el sofá mientras veía tele.

—¿No ibas a ducharte? —me inquirió.

—¿Ducharme? —quise saber, ¿no me había fichado ya? Estaba muy confundida, ¿qué había pasado? Me había quedado dormida en la cama y desperté sintiendo que había tenido un sueño erotico con Konan. Había soñado que él tomaba mi virginidad.

—Si, dijiste que subirías a ducharte —se puso de pie y se dirigió a mi. Tuve que elevar la vista porque Konan era más alto que yo, se miraba tan imponente.

—Lo siento, creo que me quedé dormida.

—Liliana, ¿estás bien? —elevó la mano y me tomó el mentón. Su mirada era oscura, sus pupilas estaban muy dilatadas. Cuando lo veía solo recordaba el sueño húmedo que tuve con el. Y no sabía por qué mi cabeza había soñado eso. Dios, parecía que lo disfrutaba.

—Estoy bien. Tuve una pesadilla nada más.

Rió a lo bajo.

—¿Tan mala fue?

Elevé la mano y le quité la suya de mi mentón.

—Así es. Está oscureciendo —le dije, fijándome por la ventana.

Qué rápido, pensé.

—¿Y qué tiene?

—Tengo que asegurar las puertas —le pasé de lado y me dirigí a la puerta principal, la cerré con doble cerradura. Luego las ventanas también. Y por último la puerta trasera, era que daba al bosque.

—Estas paranoica —escuché venir a Konan detrás. Esta parte de la casa estaba medio oscura. Me giré, deteniéndome en seco porque Konan se interponía en mi paso.

—Es solo que...

—¿Qué? Liliana, ¿a que le tienes miedo?

Miré a Konan, me había hecho esa pregunta como si quisiera que le dijera una respuesta en especial. Podía sentir su ansiedad, algo quería. Desde que los conocía sabía que estos chicos eran extraños. Todos ellos. Pero mucho más Konan Mayer.

A lo lejos escuché un aullido, eran los lobos.

—A eso —respondí— A eso le tengo miedo. Esos lobos, están afuera acechando.

Konan se puso serio.

—¿Por qué te asustan?

—¿Inofensivos? Konan, los he visto, no son lobos comunes, son enormes y cazan personas.

—Entonces creo que todo el pueblo estaría desapareciendo siempre.

—He visto carteles yendo para el lago, algunos son niños desparecidos.

—¡No sigas! —se acercó amenazante— Es casualidad.

—¿Por qué los defiendes tanto? —lo miré fijamente. Konan actuaba muy extraño y peor aún cuando mencionaban los lobos. Este chico era tan raro.

—Eres una miedosa —me soltó— Vete si quieres —ahora me dio la espalda y metió sus manos en los bolsillos de su abrigo.

—¿Me dejarás ir sola? —cuestioné.

Tenía que ser una broma.

—Mi casa esta cerca de aquí —empezó a caminar más, alejándose de mi.

—Konan—hablé un poco alto— No puedes dejarme sola —quise seguirlo pero me detuve. No lo seguiría, tenía que volver a mi casa lo más rápido posible más bien. Respiré profundo y me abracé a mi misma, no puedo creer que Konan me haya hecho esto. Me giré, caminando despacio y evitando hacer ruidos al caminar. Tenía una pequeña ventaja: y es que a veces solía ser tan sigilosa como un gato. Avancé y avancé, asustándome por pequeños sonidos que hacía el búho o alguna ardilla por aquí. Aunque no habían tango animales en este bosque.

Cuando iba quizás a mitad de camino escuché un ruido detrás de mi, pensé que era Konan porque había sonado como cuando machucas una rama. Me sentía aliviada en ese momento, me giré, formando una sonrisa con mis labios. Pero la sonrisa se quedó en el aire cuando no era Konan Mayer sino un enorme lobo negro mostrándome sus dientes. Sentí que el alma se me iba del cuerpo, sentí que todo era parte de una pesadilla. Retrocedí varias veces hasta pegar la espalda en un enorme árbol, el lobo me gruñó, acechándome y rodeándome.

Dios, es enorme.

Quería gritar, pero me había quedado en shock. El lobo se acercó a mi, olfateándome. Quizás si no me muevo no me hace nada. Quizás se vaya, quizás piense que no soy una amenaza. El lobo me lamió el brazo. ¡Me está saboreando! Sus ojos eran negros, juraría que los había visto en alguien más. Cuando se escuchó otro aullido a lo lejos el lobo pareció captar el llamado, me dio un último gruñido en forma de advertencia y se alejó corriendo.

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