Jeremías
—¡Dime qué dijo mi hijo!
Grito a la mujer que estoy sosteniendo del brazo, incrédulo aún de lo que acaba de decir, Lucas nunca habla del accidente, ni siquiera conmigo cuando trato de preguntarle algo referente a ese momento o cerca.
¡Cómo pudo mi hijo decirle algo a ella!
—Está haciéndome daño — murmura la chica frente a mí mientras trata de soltarme — le dije que no se atreviera a tocarme usted…
—¡Eso es lo de menos ahora! — gruño soltándola — ¡Dígame cómo consiguió que Lucas dijera algo , !Dígamelo ahora mismo!
—No dijo nada — me responde — él solo intentó decirme si iba a o no al colegio y créame, creo que es un tema que debemos tratar con más calma, ahora si me disculpa tengo otros asuntos que atender.
¿Otros asuntos?
¡No hay asunto más importante que lo que acaba de decir, mi esposa, masajea el lugar donde la sujeté y extiende su mano en mi dirección con la molestia más absoluta en su rostro!
—Deme doscientos dólares — me suelta de la nada — usted me tocó, así que pague.
¿Qué pague?
Como se atreve esta mujer a decirme esto en esta situación, camino hasta mi escritorio, tomo mi billetera para darle justamente lo que me está pidiendo. Además, a pesar de seguir genuinamente impresionado de que prefiriera pasar por la trabajosa situación de asistir a un Psicólogo en sus prácticas en lugar de solo dedicarse a tomar las consultas o llenar fórmulas médicas, esta situación es completamente absurda.
Nunca en mi vida he tenido que pagar por tocar a una mujer, pero al parecer esta loca va a ser la primera. Me siento un poco mal cuando noto que su pálida piel ha comenzado a tornarse un poco rosa. Me detengo un momento antes de volver a ella y saco el talonario de cheques de mi bolsillo para entregarle el cheque por el que realmente la mandé a venir a mi oficina.
Pude solo mandarla a recursos humanos, pero quería ser clara con la jefa de personal y también con la misma Lizbeth sobre varias cosas, nadie en el hospital debe saber que ella es mi esposa, por lo cual necesité inventar una excusa para su repentina aparición.
—Este es el cheque para pagar su deuda — lo extiendo — es al portador, así que solo necesita entregarlo a la familia de su novio para saldar la deuda — ella lo mira — y estos son los doscientos dólares que acaba de pedir, ahora por favor hágame saber inmediatamente si mi hijo habla del accidente una vez más—la miro con seriedad — nada es más importante que Lucas o Lucia, cualquier cosa por minúscula que parezca debe contarme.
—Bien — ella toma el dinero y el cheque — compraré algunos juguetes con este dinero — me dice — con respecto a los niños haré lo que dice, pero déjeme ver el historial médico de ambos — pide otra vez — una terapia va más allá de consultar al médico la familia también es importante así que déjeme estar consciente de qué terreno estoy pisando o si puedo hacer algo desde casa.
—Usted no es la psicóloga de mi hijo, ni siquiera es una psicóloga aún — gruño — no lo olvide, solo está interpretando el papel de madre porque él…
—Ella no es cualquiera madre — respondo — de hecho, mis hijos la adoran y quizás eso sea bueno para ellos en esta situación.
—Crees que tener una madre de reemplazo es bueno — gruñe oscuramente — comprendo que no estarás soltero para toda la vida, pero es demasiado poco tiempo para introducir a una extraña en la vida de los…
—Que sabes madre — gruño — si mal no recuerdo, te fuiste lejos de mis hijos — enfatizo esas palabras — porque no estabas bien con vivir bajo mi techo con ellos y…
Mi madre corta la llamada haciéndome maldecir en silencio, dejo el celular sobre la mesa una vez más, cubro mi rostro con mis manos, e intento calmar la rabia que fluye a través de mí. Mi madre siempre hace esto. Cuando llama solo lo hace con ese tono de reproche que solo cambia cuando intenta darme órdenes.
Me enfurece tanto que quiera hablar del bienestar de mis hijos cuando ni siquiera se siente capaz de venir directamente a verlos con regularidad. Marco el número de la oficina de recursos humanos cuando me calmo, le pido a la jefa entregarle el teléfono a mi esposa y cuando Lizbeth contesta con enfado simplemente ignoro su mal carácter y voy directo al grano.
—¿Qué quiere?
—Mi madre y mi tío vendrán a casa — soy cortante — haremos una cena así que ocúpese de llegar a casa para entonces.
No la dejo quejarse o hacer alguna cosa para librarse, simplemente corto la llamada y cubro mi rostro con mis manos una vez más. Sonrío exhausto solo de pensar en lo difícil que será esta noche, en todo lo que podría salir mal o todo lo que podría suceder en el futuro.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una mamá psicóloga!