¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 13

Lucía

Mi cabeza duele tanto que ni siquiera puedo abrir los ojos, mi garganta se siente húmeda y amarga mientras siento que todo dentro de mí está a punto de salir directamente por la boca. Abro mis ojos después de unos diez minutos de auto reflexionar sobre el porqué tomé sola una botella de champaña cuando ni siquiera bebo en navidad.

Mi cabeza palpita aún más cuando me acomodo sobre la cama y me doy cuenta entonces de que estoy desnuda, o al menos casi desnuda porque aún llevo las bragas. No recuerdo exactamente cómo llegué a la cama, pero sin duda estoy en ella.

Salgo de la cama con rapidez, me envuelvo en la sabana sintiendo el desagradable olor que viene de mi cuerpo y estoy a punto de meterme al baño cuando mis ojos se detienen ante mi ropa, mi ropa que está junto a la camisa de un hombre. El recuerdo de haber besado a mi vecino en una de esas recurrentes fantasías que he tenido desde que se mudó al lado, pero fue un sueño, estoy segura de que lo fue porque si no lo fue yo…

Miro una vez más la camisa, mi respiración comienza a entrecortarse mientras también soy golpeado por los recuerdos de haber vomitado antes de volver a la completa oscuridad. Mis piernas se aflojan y caigo junto a la ropa sucia frente a mí, me golpeo ligeramente como reprimenda antes de ponerme en pie con la vergüenza quemando dentro de mí.

La ducha tarda más de lo esperado, lloro en ella sintiéndome como una tonta, pero después de recordarme que llorar no soluciona nada y que después de todo puedo culpar al alcohol me visto para regresar al invernadero. Me doy cuenta de que pasan de las tres de la mañana, rasco mi cabeza mientras el hambre me atormenta.

Me muevo hacia la nevera tratando de encontrar alguna cosa en ella del día anterior o algo de beber para no tener que cocinar alguna cosa, pero me encuentro con un plato de caldo en ella. Paso una mano por mi cabeza cuando es cada vez más tangible el hecho de que mi vecino estuvo en mi casa.

Tomo el plato de caldo antes de meterlo al microondas, me muevo por mi solitaria casa prendiendo las luces hasta llegar al sofá, me acuesto en este viendo el sombrero que olvidé en la mañana anterior en casa de Roger. Un quejido de dolor sale de mi boca antes de que el microondas me informe de que la cena está caliente.

Camino desanimada, una vez más hasta la cocina, me siento en una de las bancas de la encimera y remuevo un poco la sopa antes de llevar el primer sorbo a mis labios. El sabor es realmente bueno. También siento que mi cuerpo se siente maravilloso después de comer algo tan cálido como esto.

Termino la sopa más rápido de lo que esperaba, así que camino hacia el invernadero y me acuesto en el sofá. Cubro mi cuerpo con la manta que siempre tengo ahí, Miro alrededor de mis plantas sintiendo que incluso este lugar se siente frío ahora. Mi corazón está desolado, mi cuerpo está ardiendo en llamas y mi futuro se ve tan oscura que ni siquiera sé cómo seguir adelante.

Odio esta época del año, odio que siempre me haga sentir de esta manera y realmente no quiero pensar en que esto sucederá por el resto de mi vida. Realmente me gustaría conocer a alguien más, alguien que pueda cambiarme la vida, pero eso es completamente imposible porque no quiero sentirme así una vez más.

No quiero correr este riesgo otra vez. Además de todo eso, dudo que pueda pasar por ese proceso de tener una cita, de charlar sobre cualquier cosa o terminar dándome cuenta de que lo único que quiere de mí es el dinero de mi familia o algún negocio con mi familia.

—No tiene que disculparse y no beba tanto — suspira — ahora, me marcho, tengo que hacer algunas… Cosas.

—Oh, sí — carraspeo — sabe, no sabía que le gustaba la fotografía también…

Alzo mi mirada del suelo donde la he tenido hasta ahora y me doy cuenta de que este hombre me ha dejado con la palabra en la boca. Salto ligeramente cuando la puerta de su casa se cierra. El enfado se apodera de mí, así que camino enfadada de regreso a la mía y pongo a calentar un poco de agua para hacerme un té.

—¡Ese mal educado! — niego colocando la bolsa de té en mi tasa — ¡He tratado de hablar las cosas y me deja hablando sola!, ¡Sola! — niego incrédula — no pienso volver a hablarle nunca más, ¡Nunca más!

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