¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 16

Lizbeth

Suspiro aun entre sueños, me muevo hacia mi derecha y siento el cálido cuerpo de uno de los niños aun a mi lado. Sonrío ligeramente antes de acariciar tiernamente su cabeza. Me impresiona que la cama de los chicos sea tan cómoda, pero me alegro de que al menos pudiera dormir en paz después de esas pesadillas que hacía años no tenía.

Dios, la familia de mi nuevo esposo no es precisamente agradable, pero supongo que tengo que resignarme y ocuparme de lo único que me importa que son los niños. Muevo mi mano para abrazar al tierno niño que desde ahora es mi hijo y frunzo el ceño cuando el que se supone es un tierno cuerpo infantil, parece ser imposible de rodear por mis manos.

Abro mis ojos de golpe cuando mis dedos amasan el brazo de la persona a mi lado y descubro que está demasiado marcado para ser el brazo de un niño. Pateo fuera de la cama al hombre aún dormido a mi lado.

Escucho al hombre ahora junto a mi cama maldecir. Mis ojos se mueven por su impresionante cuerpo, e intento no mirar la piel de un tonificado cuerpo que rebela su camisa abierta. Me cubro con la manta agradecida de seguir vestida.

—¡Que haces en mi cama! — gruño — ¡Porque estás aquí!

—¿Tu cama? — el hombre medio dormido pasa una mano por sus ojos para despertarse — esta es mi casa y supongo que me quede dormido.

—¿Dormido? — miro alrededor — ¿Cómo llegué aquí, estaba en la habitación con los niños cuando me dormí?

—Te traje aquí para que no amanecieras con un dolor de columna ,te deje sobre la cama y te asugor que iba a marcharme pero me suplicaTe que no te dejara entre sueños— gruñe poniéndose en pie — estaba cansado así que supongo que me quedé dormido.

—¿Qué no te dejé ir? ¡Te pedí que te querías!

Jadeo incrédula, busco entre mis sueños de lo que está hablando y no hay nada ahí más allá que esas horribles pesadillas de las que un ángel encantador me rescato. Un ángel que no quería que se marchara justo como dice este hombre molesto que…

—¡Debiste irte! — gruño enfadada — te dije que en ninguna circunstancia me tocaras — me pongo en pie — ¿acaso tenías otras intenciones?

Llevo las manos a mi pecho, odio la cara incrédula que pone el sujeto frete a mí y lo observo en silencio mientras estira su camisa abierta antes de hablarme con el disgusto más absoluto ante mis palabras.

—¿Hacerte qué? — bufa — usted es la última mujer que llamaría mi atención, es una loca.

—¡Entonces porque se metió a mi cama, eh, porque durmió aquí!

—Porque me sostuviste la mano al punto de casi rompérmela — responde — pensé quedarme hasta que aflojaras tu agarre, pero no lo hiciste y también estaba cansado, así que solo me dormí, no pienses más allá — él mira su reloj — además, deberías estará alistándote para ir a al hospital.

¿El hospital?

¡Dios, mi primer día de trabajo!

Salgo de la cama de un salto, camino alrededor de mi molesto esposo para sacar la ropa que aún ni siquiera he sacado de la maleta y mientras corro con prisas para meterme a la ducha me digo que debería ocuparme más del trabajo que de hablar despertado con el molesto tipo que me compró para ser su esposa.

Escucho un toque en la puerta del baño, salto asustada de que ese irritante sujeto se atreva a entrar a mi cuarto de baño, pero él simplemente habla desde el otro lado de la habitación.

El ambiente de la mesa cambia al instante, el niño antes sonriente se cruza de brazos para hacer un puchero. Limpio con una servilleta mi boca antes de girarme en dirección al pequeño chico ahora infeliz sentado a mi lado.

—¿Qué sucede cariño? — trato de hacerlo sonreír — no quieres ir a la consulta — el niño asiente — pero prometiste ser bueno — le recuerdo — además, nos iremos juntos al hospital y si te portas bien haremos lo que quieras, ¿Vale?

—¿Podemos ir al parque de atracciones con Lucia? — me cuestiona — ¿papá irá también?

Miro al hombre con rostro inexpresivo a unos metros de nosotros, él da un rápido asentimiento de cabeza y vuelvo a mirar al chico aún dudoso del trato que estoy proponiendo.

—¡Claro que lo haremos! — confirmo — ahora, vas a ser bueno e irás, ¿Verdad?

—Sí.

Afirma, sonrío antes de despeinarlo ligeramente, me pongo en pie para tomar en brazos a la pequeña Lucia y beso a la dulce niña en su mejilla.

—¿Tú también vas a portarte bien? — la pequeña asiente — si necesitas algo dile a tu nueva niñera que me llame, ¿Vale?

La pequeña me besa en la mejilla, la dejo sobre el suelo antes de ponerme en pie tomando la bolsa que colgué antes de sentarme a desayunar y cuando mi marido carraspea tomando a su hijo en brazos no tengo más remedio que seguirlo. Me digo que este es un nuevo comienzo.

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