¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 21

Jeremías

¡Qué me está pasando!

Me reprocho una y otra vez mientras conduzco en silencio hacia la casa, se supone que me mantendría lejos de esta mujer, que estaría al margen de todo, pero termine dándole de comer con mis propias manos.

—Deberíamos comprar algo para los niños — dice de repente la mujer a mi lado — puedes detenerte junto a esa tienda.

La chica que no ha dicho ni media palabra desde que salimos del hospital señala una dulcería. Hago lo que me dice para no hacer más incómodo el ambiente. Veo a la chica bajar rápidamente del coche, e intento alejar el recurrente pensamiento de que los labios de ella sobre mis dedos se sintieron demasiado tierno.

Odio el revolotear en mis venas, me digo que han pasado demasiados años desde la última vez que tuve algún contacto con una mujer y le achaco a eso que esta mujer irritante me haga sentir tan extraño. La tentación de fumarme un cigarrillo se mueve bajo mis venas.

Rechazo la idea al recordarme que dejé de fumar por el bien de mis hijos. La mujer que hace cinco minutos salió de mi auto regresa con una caja de cartón rosa colgando en su mano. La veo subir distraídamente al coche, e ignoro que su delicioso aroma ahora está mezclado con el aroma del pan recién horneado.

—Espero que a los niños les gusten las donas — comenta — fue lo más adecuado que me pareció para después de la cena.

Ella trata de colocarse el cinturón una vez más, pero por algún motivo la junta se atora en la salida. Desato el mío por un momento para inclinarme sobre ella y debo cerrar los ojos por un instante cuando estoy lo suficientemente cerca de ella. Necesito dos tirones para sacar el cinturón de seguridad de su junta.

La mujer a escasos centímetros de mi rostro carraspea e intenta mirar al techo del auto cuando mi rostro queda a milímetros del suyo. Noto por un segundo los diminutos puntos que saltean su piel.

Me molesta sumamente que sienta el deseo de contarlas, escucho el clic del cinturón de seguridad y regreso a mi asiento con ese maldito olor dulce pegado en mis sentidos.

—Necesito cambiar este auto — gruño molesto conmigo mismo — ese cinturón lleva un tiempo dando problemas.

—¿Cambiar el coche? — la mujer a mi lado bufa — solo necesitas darle mantenimiento.

—Puedo comprarme otro — comento comenzando a conducir — porque perdería el tiempo cambiando una junta.

—Oh, tienes razón — murmura — olvidaba que eras el dios del dinero.

—No soy el dios del dinero — murmuro acelerando — solo uso lo que tengo.

—Yo nunca he comprado un coche siquiera — dice ella mirando por la ventana — pero tienes razón, no tenemos la misma situación.

Ella no dice nada más y el ahora aromático ambiente entre los dos se hace todavía más incómodo. Llegamos a mi propiedad una hora después, ella no dice una palabra antes de prácticamente salir corriendo del auto.

La comprendo, así que simplemente me quedo sentado en el auto por unos minutos más. Uno de los empleados se acerca cuando me ve salir del auto y le entrego las llaves rápidamente.

—Encárgate del auto, el cinturón de seguridad está algo dañado y sabes que no quiero correr ningún riesgo con los autos que uso.

—Si señor, me encargaré de arreglarlo y…

—Compra un auto para mi esposa — lo corto — no necesitas arreglar este, solo tienes que comprar uno nuevo — le explico — después de todo este coche es de hace dos años y necesito algo nuevo.

—Si…

Confirma el niño, ella sonríe antes de darle otra porción de la dona.

—Entonces hagan los pases, dale a probar las donas y dile que lo quieres, aunque sé aún tonto ¿Está bien?

—Sí.

Confirma el niño, me quedo fascinado con lo fácil que ha conseguido que mi hijo haga lo que le pide. Miro a mi hijo que me mira renuente, pero listo para seguir las indicaciones de su madre.

—Papá, hoy me traté de portar bien — resopla entregándome la porción de dulce — y te quiero, aunque seas un tonto.

—Yo también te quiero, cariño… — respondo tomando el dulce — que bueno que haces caso a lo que dice mamá.

—¡Claro, mamá, me dejó dibujar hoy y no tuve que hablar con el doctor malo!

—Genial — le doy una porción de la dona a mi hija — lamento haber sido un tonto…

Me inclino para despeinarlo antes de mirar con fijeza y molestia a la mujer que ha conseguido el amor de mi hijo sin hacer absolutamente nada. Me digo que los celos son algo absurdo para un hombre adulto como yo, pero es mejor sentir celos por ella que esa extraña necesidad de saber en qué otra parte de su piel tiene pequeñas pecas.

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