¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 24

Lizbeth

Salgo de la cafetería furiosa, miro al hombre que camina a mi lado enfadada con él y me dejo caer en uno de los bancos del jardín de este café. Mi esposo nota que me he sentado, así que regresa sobre sus pasos hasta donde estoy.

—¿Qué hace? — cuestiona —¿No estaba tan apurada por volver a la oficina?

Alzo mis ojos en su dirección con rabia, él da dos pasos hacia atrás antes de limpiar su garganta con preocupación. No solo acabo de ser difamada, maltratada verbalmente e insultada por una mujer que ni siquiera sabe cómo ha sido mi vida hasta ahora, sino que este hombre frente a mí hizo enfadar a la persona que me dará las notas que necesito.

¡Cómo voy a sobrevivir ahora!

Todos pensarán que soy una enchufada, alguien con el favor del jefe que correrá con él en cuanto vea o escuche alguna cosa. Todo se volverá tan incómodo ahora que ni siquiera quiero regresar.

—Lamento lo que dijo mi madre, hablaré con mi tío para que…

—Eso da igual — murmuro — solo déjeme en paz por ahora y vuelva a su oficina donde nadie hará la vida, un infierno, créame, no quiero verlo ahora mismo, solo déjame en paz.

Entierro mi rostro entre mis manos, la sombra que me cubría desaparece y siento que no puedo contener las lágrimas cuando el dolor de escuchar a esa mujer desconocida decirme fracasada trae de vuelta los malos momentos.

Todo ha sido difícil después de mi accidente, despertar en una camilla con un colega diciéndote que tienes las manos destrozadas no es fácil. Tener que ver los rostros de lástima de mis profesores cuando fui a cerrar oficialmente mi especialidad en cirugía …

¿Qué derecho tiene esa mujer de juzgarme?

Siempre soñé con ser una gran cirujana, le dije a mi padre que le entregaría mi título con sello dorado y le invitaría a cenar con mi primer sueldo, pero todo eso acabó de la noche a la mañana. Tenía derecho a tomarme un año, no solo para la fisioterapia, sino para aceptar que mis sueños habían terminado.

—Toma.

Alzo mis ojos ante esa voz, el hombre frente a mí extiende lo que parece una paleta de helado en mi dirección. Sorbo por la nariz odiando que me vea en este estado pero, no creo que pueda calmarme ahora, así que simplemente tomo el helado que está ofreciéndome. Mi esposo se sienta junto a mí, carraspea mientras abre su propia paleta y no me mira mientras habla.

—Ignora lo que dice mi madre, no creo que seas una fracasada o nada de lo que dijo, no pondría a mis hijos en tus manos si lo pensara.

—No necesita ser agradable — murmuro — usted tampoco está feliz con esto, solo estamos en esta situación por sus hijos, así que puede irse sin remordimientos, estoy acostumbrada.

—Mi madre cree que las buenas personas son solo las que tienen dinero porque siempre lo tuvo — me responde — mi padre era la única persona que la hacía ser humilde, pero desde que murió parece haberlo olvidado.

—No puedo creer que realmente esa mujer pudiera haber sido bondadosa — soy sincera — pero está bien, tampoco es que me importe porque después de todo no es verdaderamente mi suegra.

Doy un mordisco a la paleta de chocolate que me entregó, mi esposo se queda en silencio durante un momento. Pero no dice ni media palabra porque no hay mucho que objetar a mis palabras.

—Que pasó con Lucas y el doctor — trata de cambiar el tema — porque lo sacaste de la consulta, ¿Por qué crees que no está haciendo bien las cosas?

No sé si realmente debería o no darle mi opinión, pero esos niños merecen estar bien, tener personas capaces de ayudarlos y si puedo aportar algo voy a hacerlo.

—¡Sí! — responde él saltando del banco, igual de extraño — tengo mucho que hacer.

—Bien, entonces nos vemos en casa — niego — quiero decir, hablaré con mi conocido y te diré que me comenta, no es que quiera verte en casa o algo así, no te confundas.

—¡Sí!, yo tampoco quiero verte en casa o algo, no me agradas.

—¡Exacto! — sonrío nerviosa — tú tampoco me agradas, este matrimonio es un contrato por el bien de tus hijos y porque necesitaba dinero, sería absurdo pensar que podría haber algo entre los dos eso sería…

—Sí, eso es absurdo — mi esposo rasca su cabeza — jamás podría sentir nada por ti.

—Sí, exacto, pienso lo mismo de usted — balbuceo como tonta — en fin, adiós.

Corro lejos de mi esposo con la vergüenza quemando en mi piel, me golpeo en la cabeza para reprenderme mentalmente por sentirme de esta forma tan absurda y me rio de mí misma por pensar que este momento que compartimos y fue como una tregua fue agradable.

¡Pasar tiempo con mi marido no es agradable!

¡Él y yo no podemos llevarnos bien! ¡Primero se congelaría el infierno!

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una mamá psicóloga!