¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 3

Lucía

Me despierto de un salto cuando Welly empieza a ladrar desesperado, escucho unos pasos fuera de casa y tomo con rapidez mi rifle, me digo que si son los nuevos vecinos van a saber muy claramente por qué no deben meterse en mi propiedad, pero cuando abro la puerta solo vea a un hombre sosteniendo a una niña en brazos.

Mi mente lo reconoce al instante, es el tipo molesto del estacionamiento, él parece notarme también, pero cuando la niña en sus brazos golpea ligeramente su pecho él vuela toda su atención en ella.

«Suéltame papá, déjame en paz»

La niña mueve sus manos con prisas, el hombre que la sostiene, frunce el ceño durante unos minutos y me doy cuenta de que no entiende muy bien lo que dice la niña.

—No vuelvas a salir de casa, no conoces a esta mujer.

«¡Déjame en paz, no quiero estar contigo!, no me entiendes»

El hombre chasquea su lengua antes de mirarme, su rostro me dice lo frustrado que está por no comprender lo que está diciendo la niña y descarga su molestia en mi persona.

—Usted baje esa arma, dudo que pueda dispararla y quedarse en pie — su voz es molesta — está apuntado a mi hija.

Miro a la niña ante esas palabras, la pequeña aldea su cabeza antes de poner sus pequeños ojos en blanco para golpear a su padre en el pecho como si supiera lo que está diciendo. Le hago un pequeño chillido a Welly para que se calme, mi perro se sienta a mi lado mientras apoyo la culata del rifle sobre el suelo a mi lado.

—No creo que esté asustando a su hija — sonrío — en realidad ella parece muy molesta con usted.

—Usted no sabe nada, no se meta en donde no la llaman.

—Usted está en mi propiedad y yo no lo llamé tampoco.

—No sabía, Amy cruzo la valla sin mi consentimiento, pero ahora que sé que es usted quien vive aquí, no pienso dejarla hacerlo otra vez.

—¡Ja! — no puedo evitar responderle molesta a ese comentario — ¿Acaso cree que lo quiero a usted o alguien más en mi casa — señalo alrededor — no ve que amo estar sola?

—Más bien debe estarlo porque nadie podría soportarla, es usted…

—¿Desagradable? — termino su frase — ya me lo dijo una vez, pero ahora tengo un arma, así que no sé si debería seguir diciéndolo.

—No le tengo miedo.

—Debería — alzo un dedo — está invadiendo mi propiedad — alzo otro — está siendo grosero — alzo un tercer dedo — y esa niña en sus brazos parece muy muy molesta de que tenga cargada, así que sabe cuántos buenos motivos tengo para disparar y no ir a la cárcel.

El hombre molesto frunce aún más su ceño, su bonito rostro es ahora una mezcla de amargura y enfado que no logro decidir cuál es la emoción reinante, pero cuando su hija lo golpea una vez más él vuelve a parecer desesperado.

«Déjame en el suelo, no discutas con la vecina, siempre discutes con todo el mundo, papá, eres malo»

Sonrío ligeramente cuando comprendo el sermón que la pequeña le ha dado, él trata de una vez más entenderla, pero es evidente que no lo consigue, así que cuando la niña enfadada señala el suelo y luego más allá de la valla él parece entender.

—Dios Amy no puedes solo hablar — hace un gesto para expresar sus palabras — sabes que aún no te entiendo.

—¿Disculpa? — me siento genuinamente indignada.

—Es usted una persona extraña, no quiero a una loca con un rifle cerca de mi hija.

Me siento molesta, total y completamente molesta, miro a la niña en brazos de semejante insoportable. Muevo mis manos disfrutando de emplear algo que aprendí y hace años no uso con ella y sonrío mirando por un segundo a su padre.

«Es un gusto conocerte, pero tu papá es realmente un tonto, nena, no te escapes más de casa, se enfada y preocupa»

Me digo que ni siquiera debería preocuparme por él, pero supongo que a pesar de ser insoportable es un buen padre.

«¿Puedo venir después?»

La niña pregunta emocionada, asiento, incluso si mi instinto dice que debería mantenerme lejos y ella sonríe ligeramente. Miro a su padre para hablar ahora con él.

—Su hija acaba de decir que quiere venir más adelante — suspiro — accedí, pero usted no puede poner un solo pie aquí, nunca más, me amarga la existencia.

—Mi hija no va a venir con usted.

—Debería escucharla un poco más — respondo — , ya que ni siquiera la entiende.

Me despido de la niña antes de azotar la puerta de mi casa en la cara de su padre, asegurándome internamente que ese hombre es realmente tan molesto como es de atractivo y aún incrédula de que sea mi nuevo vecino, aquí, en el medio de la nada, esto sí que es mala suerte.

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