Roger
Un año atrás
—¡He tenido suficiente de esto madre! — grito mientras miro a la mujer que debería estar apoyándome ahora más que nunca — no quiero escuchar más tus reproches, tus reclamos, estoy harto.
—¿Harto? — niega — te dije que no te casaras con esa arpía, te dije que no te convenía, pero tuviste una niña con ella y que paso, — me acusa — se largó apenas pudo se llevó a la niña con ella y terminó justo como ahora.
Cierro los ojos cuando la rabia comienza arder en mis venas, odio que mi madre no comprenda lo culpable que me siento por todo esto, sé que no debí casarme con Elena, sé que no debí dejarla sola con mi hija ni instante y sé que quizás si hubiese ido tras ella más de prisa las cosas no habrían tenido resultados tan atroces.
—Por el amor de dios madre — suplico — ¿Por qué no solo puedes decirme que todo estará bien?
—Porque no lo estará — me dice mirando hacia la puerta de la consulta médica donde está mi hija — porque tu mujer, esa que no te convenía y que se largó cuando pudo dejó a tu hija abandonada en una carretera después de chocar su coche contra un auto — niega — porque mi nieta no puede escuchar una sola palabra y eso es tu culpa por creer que esa mujer podría cuidar de ella.
—Yo no quería que se la llevara — gruño — estaba fuera de casa cuando todo sucedió, esto me duele tanto como a ti, así que deberías apoyarme porque lo necesito.
—No pienso apoyarte y voy a seguir diciéndote las cosas hasta que mueras Roger, porque lo que le sucede a tu hija es completamente tu culpa.
Mi madre se marcha hacia la máquina de café, me quedo de pie y devastado en medio de la sala del hospital donde hemos estado viniendo los últimos ocho meses e intento no golpear cualquier cosa para desquitar la importancia que siento por dentro. Elena desapareció de mi vida, ni siquiera puedo reclamarle por haberle hecho daño a nuestra hija y he estado tan perdió todo este tiempo…
Me dejo caer en una de las duras sillas de la salita de espera, cierro los ojos tratando de olvidar la noche en que llegué a casa para encontrarla vacía, la llamada del oficial de policía que me pedía ir al estado más cercano para identificar un auto que tuvo un accidente y que estaba a mi nombre y, sobre todo, quiero olvidar cuando vi a mi hija en una cama de hospital con su cabecita vendada antes de que me dijeran que no podría escucharme nunca más.
La puerta de la consulta se abre, la enfermera que lleva a mi hija de la mano se acerca hasta mí y la tomo en brazos mientras ella me sonríe, una sonrisa que no llega a sus ojos. El médico que ha estado tratando a mi hija se acerca, me da la mano mientras me observa con finesa.
—Hemos hecho los estudios pertinentes y desgraciadamente incluso un aparato de audición no sería viable por ahora — me informa — debemos esperar a que tenga unos años más porque el procedimiento sería complicado y en unos años cuando su cuerpo se desarrolle hay una posibilidad de que su audición aumente en un diez por ciento — suspira — por ahora, solo debemos tener paciencia y hacer los chequeos regulares.
—Gracias doctor.
Respondo mientras veo a mi hija juguetear con un camelo que le dieron dentro de la consulta, paso mi mano por su cabello mientras veo a mi madre acercarse y sé que el ambiente no es bueno para Amy. No podrá escuchar, pero notará muy bien la molesta reacción de mi madre, así que solo necesito mudarme, ir a algún lugar lejos de ella donde pueda darle a mi hija un poco de paz.
Actualidad.
—¿Te gusta la casa? — hablo lentamente para que mi hija pueda leer mis labios — ¿Qué te parece?
—Venga, es solo una cena, puedo enviar a la niñera para Amy como hemos hecho otras veces y…
—No, además, dudo que una niñera venga a este lugar — me acerco a la ventana — estoy prácticamente en medio de la nada.
—Por unos billetes extra estoy segura de que…
No escucho lo que dice mi representante porque mi hija corre a algún lugar fuera de casa, la veo desde la ventana y maldigo antes de correr tras ella. La veo cruzar la valla divisoria a unos metros de mí. Mi corazón se detiene de preocupación, pero no puedo gritarle, así que simplemente cruzo la valla también rezando porque el vecino sea alguien agradable.
Un perro ladra en algún lugar, apresuro el paso aún más preocupado y consigo atrapar a mi hija justo antes de que se acerque al estanque del jardín, pero la puerta de la casa a la que pertenece se abre.
No solo me recibe un galgo gruñéndome bastante grande para su delgada complexión, sino una mujer encañonándome con un rifle de caza que resulta familiar, se parece mucho a una loca que vi hace unos meses en…
—¡Tú qué haces aquí!— grita sin bajar su arma — ¿Cómo conseguiste mi dirección?, ¿Me estás acosando?
—¡No puede ser! — respondo — tú vives aquí.
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