Lucas
Conduzco lentamente hasta la casa de mi hermana y noto la emoción en los ojos de mi acompañante cuando salimos de la ciudad. Esta es la parte que más me gusta de ella. Llevarla a cualquier lugar y observarla es como si estuvieras mostrándole algo nuevo. Me pregunto qué tipo de vida tuvo hasta ahora e intento no sonreír mientras acariciando su mano.
—¿Estás nerviosa? — niega — no tienes que estarlo, Lulu es muy buena, aunque le cueste adaptarse.
—No sé si debo preguntar, pero… — me mira — ¿Ella sabe de mí?, de nuestro, ya sabes…
—Si lo sabe — respondo mientras disfruto del dulce aroma que aún desprende — y no tienes que preocuparte con nada, lo prometo.
Ella sonríe, detengo el auto al pie de la montaña después de entrar en el terreno de la montaña y la sonrisa en el rostro de Beatriz desaparece. Tomo su mano y el resto de las bolsas que lleva. Le doy un rápido beso en los labios antes de comenzar a emprender el camino colina arriba en dirección a la única casa alrededor.
Después de unos minutos la mujer a mi lado se detiene, sonrío mientras la ayudo a esperar hasta sentirse mucho mejor y terminamos la caminata de veinte minutos en unos treinta. Beatriz toma mi mano con fuerza. Me detengo al borde de la colina ya con la vista de la casa de Lucía, perfectamente a pocos pasos de los dos.
—¿Por qué tu hermana vive en una montaña? — comenta — ¿Realmente no quiere que la visiten?, ¿Verdad?
—Sí, ella está un poco renuente a hablar con el resto del mundo, pero ahora está mucho mejor que antes—le digo—pero bueno, ya llegamos así que disfrutemos de esta visita.
La chica a mi lado alza sus ojos al paisaje, su mirada se llena una vez más de esa emoción que jamás he visto antes en una mujer y ella toma el móvil de su bolsa antes de correr hacia el pequeño puente junto al pequeño manantial que mi hermana mandó a construir hace unos años.
Camino hasta la casa para evitarle a Beatriz la incómoda situación de que Lucía le apunte con su rifle y cuando por fin termina de tomarse sus fotos ella corre hasta donde mi hermana y yo simplemente nos miramos.
—¿Hola? — su dulce voz alivia la tensión en el ambiente — te compré un obsequio, ya que vinimos sin avisar y…
—No tenías que hacerlo — dice mi hermana — Lucas siempre viene sin avisar.
—¿Te gustaría verlo? — Beatriz, toma el envuelto regalo debajo de mi brazo — es para tu jardín, Lucas dijo que tenías uno precioso y la verdad es que es mucho más bonito de lo que pensé.
Observo como la expresión de mi hermana cambia lentamente, esa mirada huraña que siempre les muestra a los desconocidos desaparece y cuando Beatriz termina de desempacar la figura del cervatillo. Mi hermana olvida su rifle para correr hasta el adorno.
—¡Qué cosa tan bonita! — me dice — ¡Es perfecta para el patio trasero! — toma a Beatriz de la mano — ven, te lo mostraré.
Me quedo incrédulo ante lo fácil que ha sido para Beatriz, lo que a la mayoría de nosotros nos ha costado meses. Miro al perro flacucho que me gruñe caminar tras su dueña y entro en mi casa de mi hermana, siendo completamente ignorado por ambas mujeres.
—No, tienes razón — bebo de mi vaso — pero sigues siendo igual de enigmática que en esa época.
—Ahora puedo hablar y mandarte a la porra.
—Qué tierna — admiro mirando a Beatriz — ¿Qué crees de Lulu?
--Es una chica encantadora — responde — además su jardín es muy bonito, nunca había visto tantas flores, en la iglesia solía cambiarlas todo el tiempo — su voz se apaga lentamente — pero eran las flores de la iglesia, no podía llevarlas a casa.
—¿Quieres que te regales unas pocas? — me mira — el departamento de mi hermano es bastante aburrido.
—¿Podrías?
—Por supuesto.
Me siento aún más atraído por Beatriz, es la primera vez que mi hermana le ofrece sus flores a alguien y que hable de esta forma cuando apenas la conoce es encantadora. Mi hermana no habla con extraños, pero Beatriz tiene eso, al parecer, Una sola de sus palabras y todos caemos por ella.
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