Narra Amanda.
Años después...
Demian estaba tumbado en el sofá viendo la televisión con nuestro hijo Alexander de cinco años de edad, el tratamiento no funcionó de inmediato como lo esperábamos, tardamos un par de años hasta que finalmente lo logramos. Alexander era la viva imagen de su padre, las cosas debían hacerse a su manera y solo a su manera. Ahora estaba embarazada de nuestro segundo hijo, tenía seis meses de embarazo y tendríamos una niña. Por supuesto que Denisse Zoé y Alexander estaban felices de tener otra hermana.
Denisse tenia dieciocho años de edad, estaba estudiando en una de las mejores academias para convertirse en chef, ella realmente amaba lo que hacía y eso notaba a simple vista, me sentía contenta de haber sido yo quien la influyó hacerlo. Zoé, era toda una señorita, pero seguía siendo mí pequeña, ella decidió dedicarse al ballet, quería convertirse en la mejor bailarina del mundo.
La sociedad todavía conocía a Demian como un hombre serio, y frío, pero los niños y yo sabíamos que era un padre y un esposo amoroso. En las vacaciones llevábamos a los niños a mí pueblo natal, donde mí abuelo tenía una finca la cual habíamos comprado para él, todos nos divertíamos y la pasábamos bien ahí, montado a caballo y bañando en el río. La naturaleza era increíble y eso a todos nos gustaba. En la mayoría de estas vacaciones Santiago, su esposa, Adán, Carolina y sus hijos nos acompañaban, era sumamente divertido cuando todos estábamos juntos. Éramos amigos, pero más que todo éramos como una gran familia.
Por la tarde, fuimos al cementerio como lo hacíamos en varias ocasiones, estábamos frente la tumba de Dayana. Observe cómo Demian limpiaba su lápida, ahora teníamos fotografías de Dayana en la casa y siempre les decía a Denisse y a Zoé que podían hablar conmigo sobre su madre abiertamente. Ahora ellas por su propia voluntad me llamaban mamá, algo que alegraba mí corazón cada vez que lo decían.
***
Esa noche cenamos en familia, después cada uno se fui a su habitación. Demian y yo estábamos en la casa de relajación follando, este era nuestro lugar para ser y hacer lo que nosotros quisiéramos, donde nuestros cuerpos se convertían en uno solo. Él tenía mi pierna levantada sobre su antebrazo mientras me follaba frenética y salvajemente, vi su rostro y parecía que estaba sufriendo en algún lugar entre el éxtasis y el infierno. Sus embestidas comenzaron a ser mucho más rápidas, cerré los ojos, dejando que el placer se apoderara de mí.
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