Secretos - La historia de una acompañante romance Capítulo 169

El abogado logro su liberación, al final se acordó una fianza por $150,000 dólares, se que el será absuelto de los cargos, lo único es que tendrá que comparecer ante un juicio.

— ¿Es usted quien pagó la fianza de mi marido? — me preguntó una mujer.

— Si, soy yo, el ... — sin terminar de hablar, me pego una cachetada.

— Se lo puede quedar, yo sabía que me estaba engañando desde hacer rato, pero mire como ha terminado todo esto, es suyo, no lo quiero ver en mi casa.

Eso no me había pasado antes, a pesar de que por el estamos vivas, es algo que no se lo dejaré pasar, después de pagar la fianza me fui de la comisaría, aún habían unos detectives en la casa.

— Sra. Amelia, de hecho la íbamos ir a buscar en la comisaría, solo queríamos hacerles unas preguntas — dijo uno de los detectives.

— Pensé que con el vídeo de las cámaras era suficiente.

— Lo siento, pero no hemos recibido ningún video.

Antes de mostrárselo al detective, me envié una copia a la señorita Lucy y me subí otra copia en mi nube.

— Que raro, uno de los oficiales se llevó el disco duro de las cámaras, dijo la señorita Lucy — se supone que la llevo como evidencia.

— Lo siento, pero no nos avisaron nada.

— No se preocupe, aquí tengo una copia, pude sacarlo antes de que retiraran el disco.

Le mostré al detective y estos se quedaron en silencio.

— Necesitamos confiscar los celulares de ambas.

— ¿Por qué? No tienen nada que ver con el caso, o ¿Lo que quieren es borrar evidencia? — dijo la señorita Lucy

— Antes de yo entregarle mi teléfono, necesito consultarlo con mi abogado, estoy en mis derechos.

Ellos al parecer no tenían opción, elimine el vínculo con mi cuenta y luego le marqué al abogado.

— Buenas noches abogado, aquí tengo a los detectives que se quieren llevar nuestros celulares, no sé si eso está correcto.

— No, los teléfonos celulares no son parte de la evidencia, yo ya me dirijo para allá.

En eso siento que un arma me está apuntando.

— Lo siento señoritas, queríamos hacer esto por las buenas, pero ustedes no nos han dejado otra opción — dijo un hombre.

— ¿Que es lo que quieren de nosotras? — pregunto la señorita Lucy.

— Simple, escuchamos que ustedes eran un par de perras y queremos cumplirles sus sueños.

— Asi que caminen.

Las dos estábamos nerviosas no sabíamos que hacer, pero entraron 3 agentes de seguridad de la residencial.

— Bajen sus armas — dijo uno de seguridad.

— Somos policía, no intervengan — dijo uno de los hombres.

— Nos quieren secuestrar estos hombres, por favor ayúdenos — grito la señora Lucy.

— Baje su arma, no volveré a repetir, no creo que sea necesario estar apuntando a estas señoras, si realmente es policía, dejara de apuntar.

Ellos bajaron las armas, apenas hicieron eso los de seguridad los esposaron.

— Vaya señoritas, si que son un imán para atraer el peligro — dijo el de seguridad.

— ¿Cómo entraste aquí? — dije, pero lo que sus manos comenzaron a hacer hizo que me olvidara de todo.

— Se que te hacía falta, por eso estoy aquí, para complacerte.

Los dedos comenzaron a introducirse en mi interior, sentía como todo mi cuerpo se derretía ante esa persona, escuchar su voz era solo una pequeña orden para mí.

— Si, sigue así, ya casi, ya casi.

Pegue un gran gemido, en eso desperté y mi mano estaba en mi entrepierna, yo estaba desnuda y veía como mi mano tenía residuos de mis fluidos.

— ¿Que sucede? — pregunto la señorita Lucy, quien entró a mi cuarto preocupada.

— No fue nada, solo tuve un sueño valiente.

— Eso explica porqué tus sábanas están mojadas ¿Con quién fue el sueño?

Yo solo me quedé callada.

— ¿No me digas que fue con el muchacho de ayer?

Asentí con la cabeza.

—Tanto lo deseabas que hasta has soñado con él, pues te tengo que decir algo, como no tenía a dónde ir, le he pagado un motel está noche, aún debe de estar ahí, son las 7 de la mañana, debe de estar dormido, el pobre tuvo una larga noche.

— ¿Dónde está?

—Ya me imaginaba que lo buscaría, está en el motel Trinidad, habitación 18, segundo piso.

Me aliste lo más rápido posible, tomé un taxi y fui hasta el motel Trinidad, encontré la habitación 18 con facilidad, pero al ver por la ventana, estaba la mujer que me dió la cachetada anoche, no quise golpear la puerta, solo me marche.

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