Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 11

—¡¿Qué carajos hiciste?! El caballo salió desbocado al acercarte a ella.

Álvaro abrió ojos enormes al escuchar la voz de su tío enfurecido, él aún estaba montando su caballo.

—¿Qué? ¡No sé de qué hablas! —exclamó

Marcus lo tomó del cuello alzando la mano, bajándolo del caballo con tal violencia, que el hombre por poco cae al suelo.

—¡Más te vale que mi esposa esté sana y salva, o juro que te mataré!

Marcus montó el caballo, subiendo de un solo salto, montó tan rápido como pudo, decidido ir a alcanzar a Evana a todo galope.

Álvaro lo miró con rabia.

«¡Ojalá que ambos desaparezcan para siempre de mi vida! Los aborrezco», pensó.

—¡Álvaro! ¿Qué hiciste?

La voz de su abuela lo sobresaltó, lo inculpaba del suceso.

—¿Qué dices, abuela? ¡No he hecho nada! ¿Cómo puedes pensar algo tan malo de mí?

La mirada de Fátima recorría al joven, como si pudiera escudriñarlo y leer a través de él.

Se acercó a paso lento cuando miró algo brillar en su mano, se lo arrebató tan rápido que él no lo pudo ocultar.

—¡Una espuela…! —susurró perpleja.

Álvaro sintió que su corazón latía como un condenado.

—Seguro la tomé de alguna parte, pero… ¡Oh, abuela! ¿No estarás pensando lo peor de mí? ¿Verdad?

—¿Qué pasa? —exclamó Stella acercándose a su hijo

—Pasa que el caballo de Evana se desbocó luego de ganarme una carrera, entonces, la abuela descubrió esa espuela que de algún lado tomé sin pensar, ahora ella cree que yo dañé el caballo de Evana para que sucediera este accidente.

—¡¿Qué?! ¿Cómo puede pensar eso, suegra?

—¡Cállate, mujer! —exclamó Fátima furiosa, mientras Stella bajó la mirada asustada—. Más te vale que nada le pasé a tu tío, ni a su esposa, ya basta de juegos, Álvaro, no toleraré más esto —sentenció la mujer rabiosa.

Fátima dio la vuelta y se alejó.

—¿Qué hiciste, Alvarito? ¿No te das cuenta de que perderás el voto de tu abuela?

Álvaro estaba rabioso.

Evana luchaba contra el caballo furioso que no cedía, dos jinetes más los perseguían al ver el peligro, pero fue Marcus quien, acercándose a ella, con su caballo, logró tomar la rienda.

Notó que era imposible, el caballo no cedería para detenerse, estaba muy alebrestado.

—Evana, debes saltar a mí.

Ella le miró horrorizada.

—¡¿Qué?! —ella dudó, sintió que no podía, temía caer y matarse, temía de su destino.

—Mira mis ojos, confía en mí, me acercaré al caballo y te lanzarás a mí.

Ella le miró con ojos asustados, no confiaba en nadie, y nadie confiaba en ella, ¿Cómo podría confiar en él?

—¡Vamos, Evana, ahora o nunca, salta! —exclamó, al verla dudar, ya que solo tenían un instante antes de que el caballo cabalgara desbocado de nuevo y los separara—. ¡Confía en mí!

Ella se lanzó sobre él, tuvo un miedo horrible, su brazo fuerte la sostuvo como si fuera ingrávida, ella se abrazó a él, como si fuera su tabla de salvación, en una posición incómoda.

Mientras el caballo salió disparado, sin rumbo.

—¿Está bien? —exclamaron los jinetes.

Marcus asintió y los jinetes fueron tras el caballo desbocado.

Marcus viró con el caballo, pero se detuvo.

Sintió como ella temblaba entre sus brazos, escuchó su llanto, estaba muy asustada, pudo notarlo.

—Evana… calma… estás a salvo.

Ella abrió los ojos, estaban tan cerca, vio su rostro a plenitud, sus ojos azules le recordaban a un color de cielo en verano.

—No llores más, ahora acabó todo, ¿Fue él? ¿Álvaro dañó el caballo?

Evana le miró aturdida, negó.

—No… no lo sé… —sintió un golpe en su corazón al pensar que está sería la segunda vez que ese hombre pudo asesinarla.

—Sostente de la rienda —ella obedeció.

Marcus bajó del caballo, luego le dio la mano, ella bajó, sus piernas flaquearon y aunque él quiso caminar, ella sintió que no podía, excepto por su fuerte mano tomando la suya, pensó que si la soltaba caería.

—Gracias, me salvaste, Marcus.

Él miró su rostro, fue algo raro en su interior, nunca un gracias sonó tan dulce.

Sacudió su cabeza.

—Por supuesto, no iba a quedarme viudo antes de ganar la presidencia de la empresa Ford —dijo con un tono altivo—. Cuando sea el presidente, puedes morir si quieres.

Ella abrió ojos enormes, de pronto eso fue doloroso, sintió que no le importaba para nada a Marcus Ford, pero aún él tomó tiempo para salvarla, era tan confuso.

Cuando las palabras salieron de su boca, Marcus sintió como si fueran muy rudas, la miró de reojo, pero ella parecía no darle importancia.

—Volvamos, todos estaban angustiados.

Ella asintió, él tendió su mano, ella respiró profundo, y tomó su mano.

Él sonrió.

—Eso mismo quiero para Marcus, que tenga a la mejor esposa, como la tengo yo, que esté loca por él, y él muera por ella. Qué viva el sueño que no pudimos cumplir para Ismael.

Fátima bajó la mirada con tristeza al recordar a su primogénito.

Evana entró a la habitación de los vestidores.

Vio a Pilar ahí, la mujer revisaba minuciosamente el traje del señor Ford.

—Déjalo ahí, me haré cargo.

Pilar la miró estupefacta, sus cejas se curvearon.

—Pero… el señor Ford.

—Yo me haré cargo, no te preocupes.

—Lo siento, pero solo obedezco órdenes del señor Ford.

Evana clavó su mirada afilada sobre la mujer, la mujer tragó saliva, pensó que fue imprudente, pensó que hacía lo correcto, seguir las reglas del señor Ford, él era quien mandaba, pero, luego, sintió que tal vez sus sentimientos la cegaban.

—Soy la esposa del señor Ford, y si yo digo que te vas y me hago cargo, tú obedeces.

Marcus salió del cuarto de baño, vistiendo una bata blanca.

—¿Qué pasa aquí?

—Señor…

—Te ayudaré a vestirte, querido, quiero que salga esta mujer.

Marcus alzó las cejas, confuso, asintió, y Pilar salió.

—Esa mujer es desobediente —dijo enojada.

Él la miró.

—¿Acaso estás celosa? —dijo alzando una ceja, y curveando la otra

Ella le miró perpleja.

—¿Qué?

Cuando Marcus notó que la puerta se abrió y Álvaro estaba ahí, fingió no verlo.

De pronto, sus dedos se entrelazaron con los cabellos de Evana, acercándola a él, irremediable, dándole un beso inesperado, ella se quedó congelada al sentir sus labios otra vez.

Álvaro ardió de celos.

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