Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 17

Los invitados escuchaban boquiabiertos, las damas hicieron murmuraciones.

—Recuerdas que Evana Ford dijo que su exesposo era un maltratador y la engañó apenas nació y murió su bebé, ¡Oh, Dios! ¡se refería a Álvaro Ford! Por eso no quiso dar el nombre, ¡Qué mal hombre es! Por lo menos Marcus Ford es decente, incluso se casó con Evana por amor, ellos juntos son poderosos —dijeron las mujeres

Fátima logró escucharlas, la mujer se sintió devastada, se acercó para detener el escándalo de su nieto.

—¡Cállate, Álvaro! Estás arruinado la cena.

—¡Solo quieres lo mío! —gritó Álvaro

Marcus tomó a Álvaro y lo arrastró hasta afuera, Evana fue tras ellos, pero Stella la detuvo, haciéndola a un lado.

—¡Tú tuviste culpa de todo esto, miserable bruja!

Evana se soltó del agarre con furia, miró a la mujer a lo lejos.

—¿Yo tengo la culpa de que tu hijo pierda la razón? No puedo atribuirme el estar dentro de su cabeza, me halaga que lo pienses.

—¡No te hagas la graciosa, algo malo le hiciste, seguro cambiaste las copas!

Los ojos de Evana se abrieron enormes, esa mujer se había descubierto en su propia cara, la miró con furia.

—¿Con qué lo sabías? ¡Eres rastrera, no imaginé que tanto! —exclamó Evana enfurecida.

Stella alzó la mano, dispuesta a golpear su rostro, Evana no lo permitiría, sostuvo su mano con fuerza, mirándola con desafío.

—No me toques, nunca tendrás la suficiente valentía para lastimarme, otra vez.

—¡Evana, basta! —dijo Fátima furiosa.

Evana soltó a la mujer.

—Está mujer quiso golpearme, querida suegra, ¡póngale también un alto!

—¡Eres una calamidad, Evana, todo esto es tu culpa! —señaló Nicol.

Evana sonrió.

—Cariño, y yo que creí que las zorras no hablan, ¡Cállate! —dijo Evana.

—¡Evana, vete de aquí ahora mismo! Esto es bochornoso —sentenció Fátima

Evana dio la vuelta y salió de ahí, no porque Fátima se lo pidiera, sino porque Marcus le importaba más en ese momento.

Al salir, Evana vio como Marcus golpeaba a Álvaro con severidad, corrió a detenerlo, se puso entre los dos.

Marcus la miró atónito, se detuvo por ella.

—¡Marcus, detente!

Álvaro escupió sangre, y lo miró con odio.

—¿Lo ves, querido tío? ¡Ella es mía, aún me ama! Me defiende, cuando la tengas en tu cama, y estés dentro de ella, gemirá mi nombre, nunca sabrás si piensa en mí, nunca serás el único en su corazón.

Evana se giró a mirarlo, y abofeteó el rostro de Álvaro con tanta fuerza.

Álvaro sintió el odio en su corazón, la furia en su alma.

Alzó la mano, casi estuvo por golpearla, Marcus logró alejar a Evana, sin embargo, la mano de Álvaro alcanzó a desgarrar la parte superior de su vestido y arañar su cuello.

Marcus lo empujó tan fuerte que Álvaro cayó escalones abajo, golpeándose la cabeza.

—¡Hijo! ¡Asesino! ¿Estás satisfecha, Evana? ¡Querías ver correr la sangre de los Ford! —gritó Stella

Evana cubría su herida, con ojos asustados.

Fátima miró a la mujer con repruebo, aunque al ver su gesto vulnerable, tuvo compasión, vio a Álvaro levantarse, tambaleándose, mientras seguía con sus ofensas.

—¡Basta, Álvaro! ¡Guardias!

Los guardias se acercaron.

—¡¿Qué dices?! Yo no lo amo, no amo a nadie.

—¿A nadie…? —exclamó él, su voz sonó ronca, de pronto ella supo que estaban tan cerca, que podía sentir su aliento, sus ojos temblaron, Marcus observó su rostro titubear ante él, en un raro gesto, entre inocente, y suave, sus pestañas agitándose lentamente como si fueran alas de mariposas, y sus labios delicados, Marcus sintió que todo latía en él, su cuerpo respondiendo a algo que no quería.

Retrocedió al instante que sintió que podría perderse en esa sensación.

—Evana, no defiendas a Álvaro, no me gusta.

—¿Estás celoso?

Marcus se giró a mirarla, sus ojos se volvieron severos.

—¿Celoso? Eso solo sucedería si fueras mi mujer, pero recuerda que esto solo es un acuerdo entre los dos, terminará, te irás, y punto final, no sé que juego tengas en mente, Evana, pero conmigo nadie jugará.

Ella no dijo nada, sus palabras eran tan duras que le dolían y no sabía por qué, casi estaba llorando y entró al cuarto de baño, alejándose.

Evana se miró al espejo, miró el rasguño, las uñas de Álvaro eran como de un tigre que la marcó, ardía, dolía, las lágrimas escurrían por su rostro

«Nunca supe a quien amé, solo necesitaba un poco de amor, y caí en sus redes, así como cualquier cachorro cae en manos de un dueño en noche de lluvia»

Observó su vestido desgarrado, la puerta se abrió al instante, ella miró a Marcus incrédula de verlo ahí, cubrió instintivamente su pecho, pero él se acercó. No había un rastro de deseo lujurioso en sus ojos, si no algo más, quitó sus manos, y Evana no tuvo valor para negarse.

Marcus miraba ese rasguño.

Sintió rabia en su cuerpo, ver como la habían maltratado en su propia presencia, ¿Qué le hubiera hecho si no estuviera ahí para defenderla?

Miró a Evana a los ojos, observó las lágrimas, ella no dijo nada, su respiración era irregular.

Estuvo a punto de irse, de pronto ella se quebró, fue algo tan extraño, se abrazó a él, como si buscara de donde sostenerse antes de caer, lloró como si fuera pequeña.

Marcus era duro, frío, nunca creyó en el amor, ni siquiera con su antigua prometida, solo con su hermano podría mostrar sus sentimientos, luego, cuando la culpa de su partida lo golpeó, se volvió más severo.

De pronto ante esa mujer entre sus brazos, se sintió vulnerable, le despertó ternura y su instinto de protección, no pudo controlarse.

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