En la mansión Ford.
Sabrina se veía muy nerviosa, y Evana solo la miraba sosteniendo la prueba de embarazo que había comprado una empleada.
—¿Lo harás?
Sabrina la miró con desasosiego.
—Tengo mucho miedo, Evana.
—Eres adulta, Sabrina, eres fuerte, y no estás sola.
—Sí que lo estoy, me siento a veces una extraña aquí.
—Oye, no digas eso, me tienes a mí.
La mujer sonrió ante sus palabras, tomó la prueba de embarazo, y fue hasta el cuarto de baño.
Evana se mantuvo sentada en una silla, pensaba en él, en Marcus Ford, recordó los chismes de las mujeres, pero no podía dejar de pensarlo.
«No, Marcus no es así, me ha demostrado que no es así que é es leal», pensó
Sabrina, tenía la mano temblorosa, abrió la puerta del baño y salió, miró a Evana a los ojos.
Ella tomó la prueba, esperaron unos minutos, mientras Sabrina iba de un lado a otro.
—¿Quieres que lo veamos ya?
Sabrina asintió muy despacio.
Cuando Evana sacó la prueba de la caja, miró por fin el resultado, sus ojos se abrieron grandes, pero intentó calmarse para no asustar a la pobre Sabrina.
—¿Cuál es el resultado, Evana?
Evana mostró la prueba de embarazo.
—Estás embarazada, Sabrina.
La mujer dio un traspié, estaba tan asustada.
—¡Oh, Dios mío! ¡No digas nada, Evana! ¡Te lo suplico! Fátima Ford me mataría si lo supiera.
Evana abrazó a Sabrina para calmarla, la pobre se veía muy asustada.
—¡Está bien, no te angusties! Estoy aquí, ya te lo dije, que te apoyaré en todo, pero, Sabrina, ¿Y el padre de tu bebé?
Sabrina dio un paso atrás, había miedo en su mirada pensó en él
«¡Él me odia, solo fui un desliz!»
—Mi hijo no tiene padre, Evana, no tiene padre —sentenció con dolor
Evana la miró compasiva.
—Sabrina, pero, ¿Tendrás a tu bebé?
Ella le miró con miedo.
—Sí… tendré a mi bebé, eso es lo único que tengo claro, él es inocente de todo.
Evana asintió, con ojos admirados.
—Pero, Sabrina, ¿De verdad no dirás nada al padre de tu hijo? Por lo menos, él debería saberlo, porque si no quiere una relación contigo, con su hijo si podría quererla.
Sabrina se quedó pensativa.
—Debo pensar lo que haré, por ahora, no digas nada, por favor.
—Lo prometo.
Al día siguiente
Cuando Evana despertó, se arremolinó en la cama, pero su esposo no estaba ahí.
Ella levantó la vista, y lo vio salir del cuarto de baño, perfectamente vestido, listo para marcharse.
—¿Ya te vas? —exclamó con voz débil
Él sonrió al verla, mientras levantaba la mirada.
—Buen día, amor, lo siento, ayer llegué uy tarde, estabas tan dormida, no quise levantarte, es que el socio americano pidió ser llevado a un bar, no te angusties, ya cerramos el negocio, prometo que volveré hoy para la hora de comida.
Evana sonrió, se levantó y lo abrazó.
—¡Te extraño!
Sentir su cuerpo tibio contra el suyo, fue tan dulce, que Marcus titubeó para irse, aunque se le hacía tarde, quería quedarse con ella todo el tiempo, pero tenía obligaciones como nuevo presidente Ford, besó su frente.
—Llegaré para comer contigo, amor, y prometo que este fin de semana la pasaremos juntos, el viernes saldré temprano y te llevaré a un paseo, te divertirás.
Los ojos de Evana se abrieron emocionados, asintió.
—Ya quiero que sea el fin de semana, y hoy te cocinaré, amor, te haré mi comida favorita.
Él sonrió.
—Estaré encantado, y no comeré nada hasta venir a ti.
Evana lo abrazó con fuerzas, no quería dejarlo ir.
Pensó sobre decirle lo que había escuchado, pero de pronto ante su amor y dulzura se sintió como una tonta, era imposible que él la engañara.
Él se fue, y ella lo despidió.
—¡Estoy embrazada, espero un hijo tuyo!
Los ojos de Jonathan Grimm casi salen de sus cuencas.
En la mansión Ford.
Evana tenía la mesa puesta, ella misma preparó la comida, y esperaba en el jardín.
Miró la hora, era tarde, llamó a Marcus muchas veces, insistió una última vez, cuando de pronto, una voz femenina al teléfono la sobresaltó.
—¿Quién eres?
—Habla Pilar, asistente del señor Ford, ¿Quién habla?
—Soy su esposa, comunícamelo, ahora mismo —sentenció
—¡Oh, señora Ford, lo siento, pero ahora él está comiendo con unos inversionistas!
—Pero… él iba a comer en casa…
—¿De verdad? Debió olvidarlo.
Evana recordó todos los rumores, colgó la llamada sintiéndose rabiosa, se levantó y se apresuró a salir de casa.
—¿Señora? ¿La llevo?
Ella miró al mayordomo, negó.
—Iré sola…
—Entonces, que la acompañe una empleada, si así lo quiere.
—¡Dije que quiero ir sola! —exclamó
—Lo siento… es que… el señor Marcus Ford dejó claras instrucciones de que no puede salir sola de esta casa.
Los ojos de Evana se abrieron grandes.
—¿Qué?
Ella recordó que habái huido de él, ¿Acaso estaba controlándola sin que lo supiera?
—Bien-bien, ¿Puedes enviar por una empleada?
El mayordomo asintió.
Pero, Evana aprovechó que se alejó, fue hasta el portón y ordenó salir, los guardias parecían no saber nada de la regla de no dejarla salir, apenas estuvo fuera de esa mansión, se alejó a toda prisa, quería alejarse, las lágrimas corrían por su rostro.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Soy la esposa del tío de mi ex
Buenas tardes: espero esten bien, cuando suben mas capitulos......