Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 38

Marcus terminó de escuchar al último socio, estaba molesto.

—Pueden decir lo que sea, esto no es a votación, soy el presidente y mi decisión se avala, así que, comiencen a trabajar con mi estrategia, punto final.

Marcus salió de la junta, Pilar se acercó a él.

—Estoy harto, quiero ir a casa, ¿Mi teléfono?

—Llamo su esposa, pero me colgó, se escuchaba extraña.

Marcus la miró con duda, de pronto se quedó parado, como asustado.

—¡Por Dios! ¡¿Qué m*****a hora es?! —exclamó Marcus desesperado

—Son las cuatro y media, señor. ¿Sucede algo?

—¡Mi esposa me esperaba a comer! Debe estar furiosa, me va a matar, debo irme.

—Pero… señor…

Pilar solo lo vio irse muy rápido, sin detenerse, ella se quedó perpleja

«La ama tanto que incluso le preocupa si se enoja con él. Él, Marcus Ford, el poderoso hombre de negocios y dinero teme y se angustia por su esposa, ¡Él la ama, como quisiera que me amara a mí!», pensó con un gesto de dolor.

Evana había tomado un taxi, y la llevó a ese lugar, en ese cementerio.

Caminó hasta esa tumba, sus ojos observaron la tumba de su bebé, recordó cuando fue abierta, cuando lloró en los brazos de Marcus

—¿Evana?

Ella miró atrás, sintió rabia de ver a ese hombre ahí.

—¡¿Qué demonios haces aquí?! —sentenció ella con profunda rabia

Álvaro sonrió.

—Era mi bebé también, tengo derecho a verlo.

Ella lo miró con rabia.

—Tuvieron que sacar sus restos solo para comprobar tu asquerosa mentira, tú no tienes derecho a nada.

Evana abofeteó su rostro con fuerza, Álvaro la miró severo.

—¡Maldita sea, Evana! ¿Crees que a mí no me duele? Sí, me duele, te lastimé, y me lastimé, soy un humano que siente, como tú, no soy de piedra.

—¡Me has mentido tantas veces, Álvaro, nunca más! Tú solo eres un miserable, un gusano, no sientes nada, no creo en ti.

Ella intentó irse, cuando él tomó su brazo.

—¿Me olvidaste tan pronto, Evana? ¿Te olvidaste de mi amor? —él tomó su mano, girándola a su rostro.

Evana se liberó con fuerzas.

—¡Claro que te olvidé! ¿Y sabes qué? Me di cuenta de algo, nunca te amé, creí amarte, estaba equivocada, solo con Marcus he sentido lo que es de verdad.

ÉL la miró con rabia, pellizcó sus mejillas, sentía mucho odio, pero ella lo empujó.

—¡Cobarde! No me vuelvas a tocar, todo tú me da asco.

Evana salió del cementerio, tomó un taxi y se fue de ahí.

Cuando Marcus llegó a la mansión, al entrar fue detenido por el mayordomo, que estaba tan asustado.

—Señor…

—¿Qué pasa?

El mayordomo entró.

—La señora Evana acaba de llegar, está en su habitación, señor.

Marcus se levantó y fue de inmediato, casi como una fiera en busca de su presa.

Marcus escuchó unas voces afuera, y sintió algo de esperanza salió tan rápido como pudo, hasta estar frente a Evana, verla fue suficiente para que le volviera el alma al cuerpo, se sintió en calma, pero no por completo, la miró fijamente, de arriba abajo, observó que estuviera intacta, estaba mojada, pues una llovizna había caído, tenía los ojos rojizos que denotaban que había llorado y se le veía conmocionada, parecía que estaba bien

—Marcus… yo —balbuceó un intento de palabras

—Sube a tu habitación a cambiarte, o tendrás un resfriado —ordenó con frialdad, ella se quedó perpleja, pero obedeció al no ver alguna duda en Marcus.

Evana llegó a la habitación, una empleada le preparó el baño, ella se metió enseguida, no quería enfermarse, fue un baño largo que la ayudó a controlar sus emociones, luego se visitó, observó la cena sobre la mesa

—¿Y eso? —preguntó

—El señor me ha dicho que le trajera la cena.

Evana asintió, pensó que él no quería verla

—Él no ha cenado —dijo la empleada como si leyera sus pensamientos

De pronto la puerta se abrió, ahí estaba Marcus

—Llévate la cena, no tengo hambre —sentenció ella con dureza

Marcus la miró con algo de enojo, no le gustaba que no comiera, pero la empleada retiró el plato y salió cerrando la puerta.

Marcus deambuló por la alcoba, tenía sus pensamientos embrujados, quería conservar el silencio, y fue inútil

—¿Dónde estabas, Evana?

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