Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 84

—¡¿Tú?! —exclamó la mujer, sus ojos casi salían de sus orbitas.

Delia sonrió.

—Sí, yo, claro, ¿creyó alguna vez que estaría en manos de una insignificante sirvienta? Supongo que no, ahora, escúcheme, quiero cien mil euros mañana mismo, de lo contrario este video parará en las manos de su querido Marcus Ford, y de toda la sociedad, veamos quien vuelve a verla en la cárcel.

La mujer se levantó, pero se detuvo.

—Y si se atreve a hacer algo en mi contra, solo recuerde que no estoy sola, este video está en manos de varias personas que son cercanas a mí, si me llega a pasar cualquier cosa, por mínima que sea, de todas maneras, será descubierta.

La mujer sonrió, se alejó.

Fátima se quedó con un palmo de narices, incrédula de lo que acababa de pasar, esa mujer la estaba chantajeando, no podía entenderlo, era alguien que no hacía en su vida, ahora su vida dependía de lo que ella hiciera.

Fátima fue hasta el banco, tuvo que sacar esa cantidad de dinero, tenía poco dinero en el banco, supo que, si esa mujer seguía pidiéndole, la dejaría en la miseria, pero era obvio que eso sucedería, esa mujer la chantajearía por siempre.

Al día siguiente.

Delia se encontró con la mujer en un parque cercano a la mansión Ford.

—Toma, mujer.

—La próxima semana quiero un cheque como este.

Fátima la miró con rabia y odio, sintió ganas de matarla, pero la mujer sonrió.

—No podré darte este dinero por siempre, Delia, lo sabes, eres lista, sabes que me dejaron sin nada.

—Ese no es mi problema —dijo la mujer.

—¿Qué es lo que quieres? Negociemos, vamos, piensa, puedes obtener más de lo que pides si eres inteligente.

Delia le miró con ojos severos, luego la mujer pensó en su hija.

—¿Qué estaría dispuesta a ofrecer?

Fátima la miró fijamente.

—Tienes una hija, ¿verdad? La conocí, es joven, es guapa, te propongo algo, puedo hacer que se convierta en la nueva señora Ford.

La mujer frunció el ceño, confusa.

—¿Nueva señora Ford? ¿Y la señora Evana quien cree que es ahora?

La mujer sonrió.

—No creerás que dejaré a esa mujerzuela en la casa con lo que es mío, ¿verdad?

La mujer sonrió.

—Está bien, lo acepto, pero quiero dinero por semana, al menos unos veinte mil euros, y quiero que mi hija sea transformada para ser la señora Ford.

Fátima asintió.

—Pronto veré a tu hija, la convertiré en mi sucesora, ya lo verás, pero sé paciente, mujer, nadie logró un imperio en un solo día.

Fátima se alejó de ella.

Tres meses despues

Mansión Ford.

Evana tenía todo listo, había preparado un baby shower para Sabrina, ella estaba feliz, observando la decoración, Evana invitó a trabajadoras de la empresa que eran agradables, así mismo empleadas de la casa.

Sabrina Había los regalos, eran tan hermosos ropita de bebé tan hermosa, gorros, calcetines, todo era tan bello.

Sabrina abrazó a Evana.

—Me gustaría que papá estuviera aquí.

—Lo sé, cariño, pero estamos aquí, nunca estarás sola.

De pronto, Delia fue con ellas, le dijo algo al oído de Evana, ella frunció el ceño con rabia, pero Fátima, Stella y Nicol con casi cinco meses de embarazo estaban en el salón.

Evana se acercó a ellas, le susurró en el oído.

—¿Qué hacen aquí? ¡Largo! —espetó al oído de Fátima.

—Niña, no seas grosera, te falta mucho para ser una Ford.

Evana llamó a Jonathan y a Marcus, quienes ya iban a alcanzarlas.

Evana esperaba en la recepción, cuando Jonathan llegó estaba pálido, su corazón latía incontenible.

—¿Dónde? ¿Cómo es posible? ¡Faltaba un mes! —exclamó

—Lo siento, hizo un gran coraje por culpa de Fátima Ford.

Jonathan maldijo a la mujer, pero corrió a la sala de partos.

Apenas pudo cambiarse la ropa médica, sus manos temblaban, al entrar, escuchó los gritos de dolor de su esposa, se acercó y tomó su mano.

—¡Aquí estoy amor, resiste, estoy aquí!

Ella tomó su mano con fuerzas, mientras pujaba tan fuerte, hiperventilando, él estaba a su lado.

—¡No puedo más!

—Si puedes, amor, eres valiente.

Ella siguió luchando, pujando, hasta que luego del dolor, por fin, dio a luz, escuchó el llanto del bebé.

Sabrina se sintió desfallecer, pero cuando vio a ese pequeño niño en las manos de la enfermera, sus ojos se volvieron llorosos.

—¿Está bien?

—Bueno, tiene un peso de dos kilos, está pequeñito, pero lo llevaremos a la incubadora, creemos que estará bien pronto.

Jonathan besó la frente de su esposa, ella se recostó.

—cuídalo, Jonathan, por favor.

Él asintió, ella cerró los ojos.

Jonathan fue hasta el lugar donde estaban las incubadoras, su pequeño estaba ahí, se veía frágil, habái nacido a las treinta y tres semanas, él sonrió, sus ojos se volvieron llorosos.

Evana tocó su hombro, él le indicó donde estaba el bebé, ella sonrió con ojos brillantes admirando al pequeño bebé.

«Algún día, yo también tendré la fortuna de tener un bebé, un hijo del amor de mi vida», pensó

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