Un café para el Duque. (Saga familia Duque Libro 1) romance Capítulo 16

“…Y es imposible callar... que desde entonces es difícil la vida sin ti, amor...” Grupo Sagitario.

 

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El labio inferior de María Paz tembló, su mente era un caos en ese instante, sabía que no debía dar su brazo a torcer porque si cedía él haría con ella lo que le diera la gana, y no podía permitir eso. 

Exhaló un bufido y cruzó sus brazos. La determinación de la jovencita dejó a Joaquín con la boca abierta, el joven deglutió saliva con dificultad, inclinó su mirada. 

—Te voy a dar la oportunidad de explicar lo qué paso —expuso María Paz—, pero eso no va a cambiar mi decisión —expresó con firmeza. 

Joaquín meció sus rizos castaños con las manos, de nuevo los demonios que lo atormentaban aparecieron, quiso articular una palabra, pero no pudo, porque las ráfagas de recuerdos nublaron su mente. 

María Paz notó el semblante lleno de confusión y dolor del joven, estaba consciente que él libraba una dura batalla, y aunque ella se hallaba dispuesta a acompañarlo, él con su indecisión la tenía caminando en una cuerda floja. 

Joaquín suspiró profundo. 

—Detesto los funerales —confesó con la voz temblorosa, entrelazando los dedos de sus manos con ansiedad—, anoche estaba por salir a acompañarte, pero...—Inclinó su cristalina mirada—, los recuerdos llegaron y…—Miró a los ojos a la jovencita—. Soy un desastre, un cobarde, no tuve la valentía para acudir a aquel escenario, entonces llamé a una amiga...—Resopló y guardó silencio. 

María Paz parpadeó, inhaló profundo. 

—Puedo comprender que eso te afecte —habló la jovencita—, pero necesitas enfrentarlo, no debes eludir el dolor con alcohol —enfatizó— te haces dañó tú, y lastimas a quienes te queremos —susurró la última frase. 

—¿Cómo podés quererme? —cuestionó sintiendo su pecho agitado—, te fallé, y no será la primera vez —advirtió—. Vos no mereces que te lastime, y no deseaba hacerlo, pero no pude...—confesó. 

—Me dolió tu ausencia —aseveró limpiando con el dorso las lágrimas que corrieron por sus mejillas—, estoy consciente de que nosotros no tenemos ninguna relación, no te sientas comprometido conmigo —mencionó enfocando su aceitunada mirada en los ojos de él—. Fue una bonita ilusión, y no renuncio a esto por lo que pasó con Agatha, sino porque yo no puedo amar a un hombre que no se ama así mismo —expresó con tristeza—. Mi mamá me enseñó a tener dignidad y si sigo a tu lado, tú me manejaras como a un títere y yo perderé la voluntad, y estaré justificando una y otra vez tus faltas, hasta el día que hayas destrozado mi vida —declaró con tristeza. 

Joaquín presionó sus puños conteniendo el deseo de abrazarla, besarla, y de implorarle que no lo abandonara, sin embargo, las palabras de aquella jovencita tenían tanto de verdad, él no podía ser un egoísta y mucho menos deseaba hacerla sufrir: María Paz no se lo merecía. 

—Lo comprendo y acepto —balbuceó con la voz fragmentada. 

María Paz se aproximó a él y con la mano temblorosa acarició la mejilla del joven. 

—Lo hago por el bien de ambos —murmuró observándolo con ternura—, sabes que cuentas con mi amistad, y que cuando te sientas solo, y pienses en beber licor, recuérdame, y si deseas llámame, escríbeme, o si puedo salir a verte y escucharte cuenta con eso. 

Joaquín tomó la mano de la jovencita con delicadeza, besó su dorso, palpando la sedosidad de su tierna piel, luego se reflejó en esa mirada que lo tenía cautivo:  

—Así lo haré —afirmó entonces la abrazó estrechándola con fuerza a su cuerpo, dejándose embriagar del aroma de la piel de la jovencita. 

—Agatha era como una abuela para mí —confesó con los ojos aguados. 

—Vos tampoco tenés idea de lo que mi madre significaba en mi vida… Se cumplieron once años de su muerte —expresó.

La mirada de Joaquín se entristeció y todo el dolor que trataba de esconder salió a flote.

—¿Cómo murió tu mamá? —preguntó con temor la muchacha. Joaquín agachó la cabeza, afligido.

—En un accidente de tránsito, en la carretera entre Manizales y la hacienda de mi familia —explicó balbuceando respirando agitado, entonces ella lo cobijó entre sus brazos intentando brindarle sosiego. 

—Lo lamento mucho — dijo María Paz y acarició el cabello de él—. Cuenta conmigo siempre —aseveró. Ella no pudo contenerse y lo besó en la mejilla, él la cobijó entre sus brazos, comprendía muy bien el dolor que la chica sentía, era el mismo que él aún advertía por la ausencia de su madre—.  Gracias por estar conmigo en este momento, no tienes idea de lo que significa para mí.

—Vos no tenés nada que agradecer, lo hago con gusto. Espero ahora ya puedas entender por qué no acudí al velorio de Agatha. 

María Paz no dijo nada, volvió a abrazarse a él, le gustaba la sensación de calma que percibía en los brazos de él. Joaquín, por su parte sentía lo mismo, por primera vez en su vida aquel abrazo que tanto esperó de niño, llegó. María Paz se convirtió en la calma en medio de la gran tormenta que era su existencia en ese entonces.

—¿Te puedo dar el último beso? —cuestionó. 

Las piernas de la chiquilla temblaron, mordió su labio inferior anhelando lo mismo que él, y justo cuando Joaquín la iba a besar una estridente voz de mujer los interrumpió. 

—El Duque de Manizales —dijo la chica, y se acercó a él con mucha familiaridad, y sin dudar un segundo besó al joven en los labios. 

María Paz cerró sus ojos y ladeó su cabeza indignada, giró y empezó a caminar sin saber hacia dónde dirigirse, enseguida sacó su móvil e hizo una llamada telefónica, luego siguió tecleando su iPhone, entonces después de media hora regresó hacia el sitio en donde Joaquín sonreía coqueto con aquella mujer. 

—¿Ya nos podemos ir? —inquirió la jovencita. 

La morena giró su rostro para mirar a la chica. 

—¿Ahora te gustan más jóvenes, cariño? —averiguó acariciando con sus dedos el pecho del joven Duque.  

María Paz bufó y soltó una sonora carcajada. 

—Te equivocas a Joaquín Duque hace mucho tiempo que dejaron de gustarle las mujeres —expresó colocando su mano derecha en la cintura, observando a la encimosa joven que coqueteaba con él. 

—¿Vos te volviste loca? —cuestionó Joaquín mirando con el ceño fruncido a María Paz—, no comprendo —le dijo a su amiga. 

—No te hagas el inocente duquecito —mencionó la chica entonces sacó su iPhone y le mostró a la mujer las nuevas fotos en el perfil de él con un mensaje en redes sociales:

 

«Hoy he decidido salir de closet y confesar que me gustan los hombres, soy gay y lo hago público»

—¡Eres gay! —exclamó la morena al mirar aquellas imágenes del joven abrazado a otro hombre, enseguida le lanzó una bofetada a Joaquín, dio vuelta y se marchó.

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