Un café para el Duque. (Saga familia Duque Libro 1) romance Capítulo 15

“Lo siento si alguna vez te he herido. Y no supe darme cuenta a tiempo…” Franco de Vita.

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Al día siguiente:

María Paz junto a su familia escuchaban con tristeza el sermón que el sacerdote disertaba en la ceremonia de despedida de Agatha, después de finalizar la misa llevaron las cenizas de la dama a la sepultura.

La jovencita sollozaba abrazada a su madre, observando como colocaban en la urna el cofre con los restos de su amiga.

—Buenos días —escuchó en ese particular acento, entonces su corazón vibró y giró para mirarlo con los ojos humedecidos.

—Hola, Joaquín —habló Santiago, y se acercó a su amigo.

—Los acompaño en su dolor —expresó intentando sobrellevar todo aquello que a él lo atormentaba.

—Gracias por venir.

—No tienes nada de que agradecer —respondió el joven, entonces se acercó a saludar a los padres de su amigo, les dio el pésame y posterior a eso se aproximó a María Paz. Joaquín no tuvo el valor de mirarla a los ojos, cuando él besó su mejilla, ella arrugó la nariz percibiendo el hedor del alcohol, entonces negó con la cabeza y su corazón se fragmentó al comprender por qué razón no llegó cuando ella más lo necesitaba—. Lo lamento —expresó.

María Paz elevó su mirada para observarlo a través de las gafas que llevaba.

—No debiste suspender tus actividades —susurró en voz baja y se giró para no verlo, enseguida se acercó a sus padres, y que de esa forma él no se le hablara. 

Joaquín se quedó estático, sintió que sus intestinos se hacían nudos en su interior, supo que la había lastimado, inclinó su mirada y permaneció en silencio junto a Santiago.

El sepelio finalizó, y Harry el nieto de Agatha se acercó, y abrazó a María Paz.  La muchacha también lo estrechó, aquel joven no se separó de ella ni un solo instante.

Joaquín sintió su sangre hervir en sus venas, presionó sus puños observando como aquel chico tenía a María Paz abrazada a él, ambos se consolaban. Deseaba ser él la persona que estuviera confortando a la jovencita. La noche anterior se había alcoholizado con una amiga, no tuvo sexo con aquella mujer porque cuando se embriagaba evitaba hacerlo. Y al amanecer pensó mejor las cosas por el bien de Paz decidió alejarse de ella, sin embargo, no podía evitar sentir celos al verla en brazos de otro, inhaló profundo intentando contener su impotencia.

—Santiago, vos sabés que yo no soy bueno para decir frases de consuelo, pero cuenten conmigo.

—Gracias, amigo.

Ambos se abrazaron. Joaquín observó como María Paz, se alejó con ese joven.

—¿A dónde va tu hermana? —preguntó a Santiago.

—El nieto de Agatha es compañero de escuela de Paz, se van a reunir con sus demás amigos —informó.

—Mira pues. —Rascó su nuca—, no es que yo sea entrometido, pero si yo tuviera una hermana menor le pusiera mucho cuidado, en este momento es donde los jovencitos como ella están vulnerables.

Santiago observó sorprendido a Joaquín, cuando hablaba con madurez decía cosas con mucho sentido.

—Tienes razón.

Los dos caminaron hasta donde estaba María Paz, rodeada de varios de sus compañeros que se apostaron en el campo santo para darle el pésame a Harry, entre ese grupo de chicos se encontraba Sofía, amiga de la joven Vidal, quien andaba enamorada de Santiago; pero cuando observó a Joaquín, quedó prendada del joven.

—María Paz —pronunció Santiago y colocó su mano en el hombro de su hermana. Ella se separó de los brazos de Harry. La joven tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

—Es hora de ir a casa —avisó,

—¡Yo no me quiero ir! —exclamó llorando y abrazando a su hermano.

—Tenemos que hacerlo —volvió a repetir Santiago.

María Paz no quería moverse del lugar, sus amigos trataban de convencerla.

—Vamos por favor, tenemos que ir con nuestros padres —suplicó Santy.

—Yo me hago cargo de tu hermana, ve con tu mamá —intervino Joaquín.

—No es necesario que te molestes —expresó con seriedad la jovencita—. Voy a ir a la casa de Harry —mencionó.

El joven Duque se quitó los lentes oscuros que llevaba puesto, miró con seriedad a Paz, y luego a aquel chico que la acompañaba, que no le daba buena espina, porque notó como la devoraba con la mirada.

Santiago no muy convencido observó a su hermana, tampoco le hizo gracia que quisiera irse con Harry.

—Yo puedo cuidar muy bien de María Paz —avisó Harry observando a Joaquín—. Además, vamos a ir varios compañeros.

El joven Duque lo aniquiló con la mirada, le plantó la vista, y no dijo nada. Santiago clavó sus ojos en aquel chico.

—¿Joaquín te haces cargo de mi hermana? —indagó.

—Con gusto —respondió el joven irguiendo su barbilla, observando triunfante a Harry.

María Paz arrugó el ceño, observó con molestia a Santiago, y luego hizo lo mismo con Joaquín.

—Ustedes dos no pueden decidir por mí.

—¡No puede ser! —exclamó con pesar Sofía, mirando a Joaquín de pies a cabeza—. Y tan guapo que está, es un verdadero desperdicio.

María Paz sonreía para sus adentros. Regresó con Sofía quien se acercó a sus demás amigas y de inmediato propagó el chisme de que Joaquín era gay. Él no comprendía por qué razón las muchachas que hace un rato coqueteaban con él, ahora lo miraban extraño.

—¡Vamos! —ordenó él. María Paz se despidió de los chicos, y caminó junto a él hasta el Lamborghini.

—¿Tus compañeras son siempre así?

—¿Así cómo?

—Así de raras, primero coquetean con uno, y luego nada.

—Se te olvida que somos menores de edad, y que cualquier cosa que intentes con nosotras es un delito.

Joaquín arrugó el ceño y miró a María Paz con seriedad, enseguida le abrió la puerta de su vehículo, ella subió, se sentó en el auto y exhaló un suspiro con tristeza, recordando a Agatha. Joaquín encendió el vehículo. «La Incondicional by Luis Miguel» empezó a sonar.

Ambos escuchaban con atención la letra de la melodía, varios suspiros salieron de los labios de María Paz, ninguno de los dos se atrevía a hablar, ella aún no asimilaba lo de Agatha, todo parecía un mal sueño, entonces se dio cuenta de que no iban para su casa.

—¿A dónde vamos? —pregunto con curiosidad.

—Tranquila, no tengas miedo... vas a conocer el lugar donde yo voy cuando me siento triste.

María Paz echó su cabeza hacia atrás, cerró sus ojos, el viento jugaba con su cabello, su rostro reflejaba profunda tristeza. Mientras Joaquín esperaba que la luz del semáforo cambiara, no pudo evitar observarla, era tan frágil, tan inocente, tan hermosa, él la miraba embelesado hasta que la bocina de los vehículos de atrás lo sacaron de su ensoñación.

A continuación, llegaron a la playa en Staten Island, estacionó su vehículo, y cuando ayudó a María Paz a bajar sus rostros quedaron a escasos centímetros uno del otro, permanecían tomados de la mano, observándose a los ojos.

Joaquín miró los carnosos y dulces labios de la jovencita y el anhelo de volver a besarla se apoderó de su ser, entonces la tomó de la cintura y la aproximó a él, y cuando iba a unir su boca a la de ella María Paz colocó sus manos en el firme pecho de él.

—Ya no habrá más besos de mi parte para ti —expresó con voz trémula haciendo un gran esfuerzo para no caer en tentación—, yo te necesitaba anoche, y no llegaste —reclamó sollozando—, jamás te he pedido nada, mi cariño siempre ha sido incondicional, pero veo que no es recíproco.

Joaquín se separó de ella y se recargó en la puerta del vehículo, respiró agitado, y sintió su mundo derrumbarse, sentía que la vida sin ella ya no tenía sentido, respiró agitado intentando conectar su mente con el corazón, en ese instante se hallaba inmerso en una amalgama de emociones.

María Paz limpió sus lágrimas, lo observó tan desvalido, y sintió de nuevo el deseo de abrazarlo, presionó con fuerza sus puños para contenerse, sabía que si ella lo hacía, no le podría dar una lección, él tenía que entender que ella no siempre iba a estar para confortarlo si él no ponía de su parte e intentaba cambiar de vida.

—Deseo regresar a casa —dijo ella con voz trémula.

Él giró su rostro, y se reflejó en la entristecida mirada de María Paz, entonces se acercó a la joven, y ella sintió su cuerpo estremecerse, y su corazón agitarse.

—Te voy a regresar a tu residencia, pero antes debes saber el motivo por el cual no estuve con vos, y si después de eso decides no verme más...—Respiró profundo—, lo entenderé —balbuceó, y extendió su mano hacia ella, esperando que María Paz lo aceptara y lo escuchara.

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