Una humana para el rey romance Capítulo 42

Cabalgaba con ferocidad, la irá lo cegaba.

En su mente aquella frase se repetía una y otra vez.

Embarazada.

De Aleckey.

La hizo suya.

Mancilló su cuerpo.

Engendró en ella.

-Ya lo verás querido primito te mataré - el viento chocaba fuertemente contra su rostro - y también a ese maldito ser que engendraste.

Detrás de él iba Amelia y Patricio, ambos cabalgaban siguiendo a su señor con temor que en medio de su locura sería capaz de asesinar a cualquier persona.

A Leopoldo no le interesaba la presencia de sus más fieles sirvientes, solo quería tener entre sus manos la sangre de su primo.

Ya no esperaría más.

-La espera acabó - susurro y siguió cabalgando

(...)

-Espero que esta paz dure mucho tiempo - susurró Jazmín mirando tiernamente a su esposo.

Ambos iban rumbo al castillo, llevaban mucho tiempo lejos de sus hijos.

Y aunque aquella tranquilidad invadiera el reino, sabían muy bien que había algo muy extraño detrás de todo.

-Llegaremos pronto - aviso un guardia que iba cabalgando y cuidando el carruaje

(...)

-Ahí viene el carruaje mi señor - aviso Amelia señalando el carruaje que se iba acercando poco a poco

-Encárguense del guardia y del cochero, yo me encargo de mis tíos - murmuró Leopoldo. Mantenía una mirada fría y neutra, sin ninguna expresión.

El carruaje se acercó lentamente y freno de golpe.

-¿Qué ocurre? - preguntó Alexander

-Es el joven Leopoldo - contestó el guardia

-¿Leopoldo? - preguntó dudosamente Jazmín

Ambos bajaron.

-Mi querido Leopoldo, que bueno verte - susurro Jazmín con una cálida sonrisa

-No opino lo mismo tía - ambos notaron la expresión fría de Leopoldo

-Yo comenzaré el caos - formó una sonrisa macabra – Adiós - susurro Leopoldo

Amelia y Patricio esperaban a su señor.

Escucharon gritos ahogados, que desaparecen con el viento.

-Vámonos - murmuró Leopoldo quien pasó al lado de sus sirvientes

Y desaparecieron entre la penumbra.

-Amor mío - susurró débilmente Jazmín

Vio a su amado.

Su corazón no palpitaba.

Recordó aquella sonrisa, sus hermosos ojos verdes y aquella valentía que la enamoro.

-Amor no me dejes - débilmente sollozo Jazmín

Y se dejó caer en la oscuridad.

Un trueno resonó a lo lejos.

Un suave lamento se oyó con el viento

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