Una humana para el rey romance Capítulo 57

Observó con detenimiento su rostro, sus facciones mostraban cansancio, grandes ojeras adornaban sus ojos, la palidez consumía su rostro.

Se pasaba sus días encerrado en su alcoba, bebiendo alcohol o simplemente perdiéndose en sus recuerdos.

Y ella sabía muy bien cuales eran.

Los recuerdos con Beatriz.

Pero sabía muy bien que él no merecía sufrir tanto, no merecía ser el títere de su propia madre.

Él debía ser libre y feliz, siguiendo su propio camino.

Pronto a su mente vino la imagen de Orión, una sonrisa melancólica se formó en sus labios y la tristeza abarcó sus pensamientos.

Se sentía sola.

Y odiada por todos.

Yanet sintió una punzada en su pecho, últimamente perdía cada vez más el control de su cuerpo y Junior, él se alejaba de ella.

Algo tan extraño.

Y sospechoso.

Desde que Minesa vino a recoger a Aleckey las cosas cambiaron, tuvieron que abandonar la cabaña y esconderse por la debilidad de Leopoldo quien no pronunciaba ninguna palabra.

Se alejaba de todos.

Sufría.

Solo.

Condenado.

Abandonado.

En la oscuridad.

Yanet se alejó en silencio de la alcoba, en sus manos llevaba una carta y su destinatario era Minesa.

-Señora Yanet - susurró un guardia

-Apresura, ve y entrega esta carta personalmente a la reina Minesa - este asintió - no digas ninguna palabra sobre esto, ve rápido

Y él partió rumbo al castillo.

Soltó un gran suspiro y rogó que aquella carta llegué bien a su destino.

Sintió la extraña sensación de ser observaba, busco disimuladamente, pero fue en vano, solo encontró la total soledad.

-No bromeo, es ella. Ella vive en mi cuerpo y lo único que desea es utilizarte. Es mala, es cruel, solo desea el poder - intentó acercarse a Leopoldo, pero el dolor se lo evitaba - Escúchame bien Leopoldo ella... - fue interrumpida por el grito que dio Leopoldo

-¡Basta! - su rostro se tornó enojado - ¡Cállate! Deja de decir mentiras, bruja. Si sigues hablando así de mi madre te mataré con mis propias manos.

-Lo siento - susurro Yanet

-Ve y prepara a los mejores hombres. Partiremos al amanecer. Acabaré con todos de una vez - Yanet asintió y él desapareció de su vista.

El dolor desapareció.

Y la preocupación fue lo único que invadió el cuerpo de Yanet antes de caer en la oscuridad.

En cambio, Leopoldo se encerró en su alcoba observando su reflejo en el espejo.

-Mírate Leopoldo, estas solo. Solo como un tonto y ellos disfrutan de tu dolor - susurro con dolor - Pero eso se acabará pronto, nadie volverá a dejarme y al final se arrodillarán a pedirme perdón. ¡Todos! - golpeo con todas sus fuerzas el espejo y las esquirlas volaron

Muchas se clavaron en sus brazos, pero él no se inmuto, solo se quedó ahí perdido en su dolor.

En su soledad.

En su tristeza.

En los recuerdos.

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