Una humana para el rey romance Capítulo 72

El silencio se apoderó del castillo.

Minesa dormía entre los brazos de su amado, Erthe soñaba con su amada Dánae, Leopoldo solo quería olvidar todo, Junior recordaba a Yanet y ella...

Ella escuchaba las voces.

Soñaba.

Estaba ahí, parada en medio de miles de flores negras, observaba a su alrededor en busca de alguna salida.

Pero no había ninguna.

Todo yacía oscuro.

Intento mover sus pies, pero ninguno respondía, los jalaba con desesperación, pero seguían inmóviles.

Sentía nuevamente la desesperación, el miedo y aquellas voces.

"Yanet"

"Yanet"

"¡Oh! Yanet"

-Cállense - susurró débilmente Yanet, cubrió sus oídos con sus manos buscando silenciar las voces, pero estas incrementaban aún más

Frías, roncas, lejanas, sin vida.

Las voces surgían de cualquier parte.

No paraban.

"No lo evites"

"Siempre estaré aquí"

"Eres mi presa"

"Yanet"

Soltó un sollozó, su cuerpo ya no reaccionaba así que cayó al frío suelo. Las espinas de las rosas se clavaron en sus palmas, pero ella no sintió dolor.

Ya no sentía su cuerpo.

Ya no.

-Beatriz - susurró, la llamaba

Pero no hubo respuesta.

"Somos fuertes"

"Unidas"

"Vengaré"

"Vengaré a tu hijo"

"Yanet"

-¡Ya cállate! - grito fuertemente, lágrimas caían más y más por sus mejillas

Levantó su mirada mientras temblaba, frente a ella la silueta de una mujer con vestido negro la sorprendió.

Aquella mujer la observó fríamente, una larga cabellera caída en su espalda.

Era hermosa, pero parecía un cadáver.

-Yanet - la mujer habló, ante su llamado Yanet quedó inmóvil llena de miedo, de tristeza

"Leopoldo"

Yanet pensó en él rápidamente.

-Veo que te encariñaste con él - formó una perfecta sonrisa en sus labios

-No le hagas daño - con valor hablo Yanet

-Yanet, yo solo quiero que mi hijo sea feliz - ambas se miraron fijamente - tú sabes lo que es ver el rechazo que tienen ante tu hijo, él debe ser el rey, esa corona le pertenece, Leo...- fue interrumpida por Yanet

-¡Le haces daño, no lo salvas! ¿Te importa acaso su felicidad o solo piensas en una tonta corona? - aunque no podía pararse enfrentó con todo coraje a Beatriz, su mirada mostraba enojo

-Cállate - susurró Beatriz

-¿Callarme?, eso quieres ¿No? Ya basta de todo esto Beatriz, tu hijo necesita paz, él no merece esto. No es tu títere, lo que te paso fue por tu culpa no por Leopoldo. Ya basta de controlarlo, no dejaré que lo lastimes - fríamente Beatriz observó a Yanet, le sorprendió el coraje que ella mostraba - si tengo que morir para salvarlo lo haré

-¿Quieres morir? - pregunto Beatriz, observó con detenimiento a Yanet y luego soltó una carcajada - ¡Ay! Yanet eres muy ingenua. Recuerda que no me puedes vencer

-Pero Leopoldo si - la expresión de Beatriz cambió a una de enfado

-Ingenua - Beatriz habló - no me das miedo, eres débil. Sigues estúpidas reglas del amor y la familia - recalcó cada palabra - yo no sigo esas reglas, yo quiero vengarme. Por Leopoldo, por su destino

-No sabes nada sobre él - contrataco Yanet, ella lloraba y Beatriz seguía ahí parada con su porte frío y malévolo

-Es mi hijo - alzó sus manos hacia el cielo, encima de estas el humo se hacía presente - no te preocupes Yanet, nunca más volverás a verlo - dicho esto lanzó el humo hacia Yanet, este formó un huracán alrededor de Yanet.

Ella gritaba.

Aclamaba que parará.

Pero Beatriz seguía observándola.

Y las voces, ellas seguían atormentándola. Quería taparse los odios, pero su cuerpo no reaccionaba. Miles de aves negras sobrevolaban a Beatriz quien desaparecía.

Pronto la mirada de Yanet se tornó negra.

El humo desapareció.

Las aves también.

Yanet o ahora Beatriz se puso de pie, observó sus manos con curiosidad.

Sonrió victoriosamente.

-Al fin - susurró fríamente y despertó.

Escuchó la lluvia chocar contra la ventana, sintió el frío contra su rostro y su corazón latir.

Había vuelto.

Estaba viva, pero en otro cuerpo, cumpliría su venganza y viviría viendo a su hijo siendo el rey.

Nadie la detendría.

Era su momento.

-He vuelto - su voz resonó en cada rincón de su cuerpo

Y en un lugar lejano de su mente, una pizca de compasión luchaba por salir y cambiarla.

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