El silencio se apoderó del castillo.
Minesa dormía entre los brazos de su amado, Erthe soñaba con su amada Dánae, Leopoldo solo quería olvidar todo, Junior recordaba a Yanet y ella...
Ella escuchaba las voces.
Soñaba.
Estaba ahí, parada en medio de miles de flores negras, observaba a su alrededor en busca de alguna salida.
Pero no había ninguna.
Todo yacía oscuro.
Intento mover sus pies, pero ninguno respondía, los jalaba con desesperación, pero seguían inmóviles.
Sentía nuevamente la desesperación, el miedo y aquellas voces.
"Yanet"
"Yanet"
"¡Oh! Yanet"
-Cállense - susurró débilmente Yanet, cubrió sus oídos con sus manos buscando silenciar las voces, pero estas incrementaban aún más
Frías, roncas, lejanas, sin vida.
Las voces surgían de cualquier parte.
No paraban.
"No lo evites"
"Siempre estaré aquí"
"Eres mi presa"
"Yanet"
Soltó un sollozó, su cuerpo ya no reaccionaba así que cayó al frío suelo. Las espinas de las rosas se clavaron en sus palmas, pero ella no sintió dolor.
Ya no sentía su cuerpo.
Ya no.
-Beatriz - susurró, la llamaba
Pero no hubo respuesta.
"Somos fuertes"
"Unidas"
"Vengaré"
"Vengaré a tu hijo"
"Yanet"
-¡Ya cállate! - grito fuertemente, lágrimas caían más y más por sus mejillas
Levantó su mirada mientras temblaba, frente a ella la silueta de una mujer con vestido negro la sorprendió.
Aclamaba que parará.
Pero Beatriz seguía observándola.
Y las voces, ellas seguían atormentándola. Quería taparse los odios, pero su cuerpo no reaccionaba. Miles de aves negras sobrevolaban a Beatriz quien desaparecía.
Pronto la mirada de Yanet se tornó negra.
El humo desapareció.
Las aves también.
Yanet o ahora Beatriz se puso de pie, observó sus manos con curiosidad.
Sonrió victoriosamente.
-Al fin - susurró fríamente y despertó.
Escuchó la lluvia chocar contra la ventana, sintió el frío contra su rostro y su corazón latir.
Había vuelto.
Estaba viva, pero en otro cuerpo, cumpliría su venganza y viviría viendo a su hijo siendo el rey.
Nadie la detendría.
Era su momento.
-He vuelto - su voz resonó en cada rincón de su cuerpo
Y en un lugar lejano de su mente, una pizca de compasión luchaba por salir y cambiarla.
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